La iluminación espiritual

Hacia donde estoy realmente evolucionando

UN SALTO HACIA EL FUTURO

Hacia dónde estoy realmente evolucionando.

Una de las preguntas que estamos obligados a contestarnos a nosotros mismos – si es que queremos andar despiertos en lugar de vivir como sonámbulos- y no solo espirituales- es esta: ¿estoy evolucionando? Y en todo caso, ¿hacia dónde?

Son estas, por lo demás, preguntas que la mayoría de la gente no se plantea. Y podría tratarse de un asunto que solo debería ocupar a espíritus inquietos -lo que ya sería una pista positiva- si no es porque tiene una relación directa con la mayor de nuestras preocupaciones: ser felices. Y es que existe una proporción directa entre evolución espiritual y felicidad.

Cuando observamos a personas que respetan la vida animal y no la explotan, ni comen carne, ni pescado, ni cazan en la tierra o en el mar, ni talan bosques ni -mucho menos- los queman, estamos ante humanos que han dado un salto hacia el futuro. Cuando observamos a gentes defensoras del medio ambiente que procuran no contaminar ni consumir más de lo imprescindible, reciclan sus residuos y son partidarios de la economía circular, estamos ante humanos que han dado un salto hacia el futuro. Cuando observamos a gentes que se indignan ante a injusticia y la perversión de la vida colectiva por obra de los ricos y sus gobiernos, estamos ante gentes que dan pasos hacia el futuro. Y cuando estamos ante gentes que oran o meditan, ayudan a sus semejantes cuando la situación lo requiere, son justos, huyen de la violencia y practican el principio elemental de tratar a los demás como ellos mismos desean que se les trate, estamos ante gentes que han tomado por asalto el presente y el futuro y además suelen ser más felices que el promedio.

Es al observar a quienes reúnen varias de las condiciones mencionadas, y hasta puede que todas ellas, cuando tomamos conciencia de hallarnos no solo ante los legítimos herederos de la Tierra en razón a sus méritos con la madre Naturaleza, el prójimo animal y el humano, sino que en su vida íntima se hallan lejos del pesimismo o la depresión, mantienen una posición optimista sobre la vida y disponen de recursos psicológicos para enfrentarse a las adversidades. La alegría y la paz forman parte de sus señas de identidad, y huyen de la violencia como de la peste. Por eso rechazan la ley del Talión y no son dados a tener banderas.

Sin duda, estamos ante personas que pertenecen ya a una raza humana superior que no aspira al poder, que no es racista ni supremacista, que no es de esta religión o de la otra, sino que procura ser fiel a las leyes de la naturaleza y a los principios divinos que el mundo espiritual viene enseñándonos desde hace miles de años, y que las religiones han desfigurado, ignorado y hasta perseguido, como nos muestra la historia de las religiones todas.

Esos principios son idénticos en todas las filosofías espirituales, desde el Budismo al Jainismo, desde el hinduismo al judaísmo, al catolicismo, al luteranismo o al islamismo, y, a pesar de quienes las enseñan, en todas se haya presente -con diferentes formas de expresarlo- la idea de un Universo creado por algún Ser superior, y la necesidad de respetar la vida presente en él, aunque por desgracia los clanes sacerdotales construyeron esas religiones que nunca sirvieron para crear entre sus seguidores los estados de conciencia precisos para los cambios profundos de la humanidad hacia la paz, la libertad, la justicia y el amor universal. Muy al contrario, y por su intervención en lugar de paz, trajeron guerras; en lugar de justicia, injusticias; en lugar de libertad, represión y persecuciones; en lugar de amor, odio y división, y muchas cosas mas que la humanidad ha soportado y sigue soportando hoy día.

Pese a tantas interferencias, en el occidente marcado por la impostura católica y luterana existen restos del cristianismo auténtico filtrados a la conciencia colectiva, como es el caso del Sermón de la Montaña, considerado utópico por el mismo clero que lo predica, pero verdadero guía para la evolución espiritual de la humanidad. Parece que contra viento y marea histórica siempre queda en la conciencia colectiva algo como el rumor de un río profundo que algunos intentan explorar ahondando en su alma. Y es esa exploración, esa búsqueda, la que lleva, precisamente al río de la evolución que desemboca en el mar de la paz y riega las tierras del mundo que habrá de llegar, al que algunos ya se dirigen con las velas de su alma desplegadas.