La iluminación espiritual

Gotas de luz en el mar del ser

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Gotas de luz en el mar del ser; Patrocinio Navarro

SABIDURÍA EN GOTAS

Si nos pensamos en términos espirituales, es decir, si nos pensamos como energía incluida en el mar de energía universal del que formamos parte indivisible, estaremos abriéndonos hacia la comprensión de nuestro verdadero ser, parte inseparable del SER UNIVERSAL, o ENERGÍA UNIVERSAL IMPERSONAL al que llamamos DIOS o de otros modos. Él dice de Sí mismo: YO SOY EL QUE SOY. Por tanto, el Ser, y todo lo que existe se sostiene en Él, el SER. Y del mismo modo que una gota de agua de mar contiene en sí misma la esencia mar, pero no es el mar, así también nosotros, individualmente, contenemos la esencia divina, que es nuestro verdadero ser, pero no somos EL SER.

Dios habita en nosotros, pero no somos Dios, aunque seamos seres de naturaleza divina. Tal es, pues, nuestra verdadera condición: energía sustentada en la Energía Universal divina o SER UNIVERSAL.

Esta forma de acercarnos a nuestra condición espiritual nos aproxima a la idea del Dios impersonal, al Dios energía omnipresente, productora, sustentadora y sostenedora de cuanto existe.

A muchos que abandonan las religiones para acercarse a la espiritualidad como alternativa a lo religioso, les resulta medianamente sencillo comprender la idea de un Dios Impersonal, de Ese Mar de Energía Cósmica. Sin embargo les resulta más difícil aceptar la existencia de Dios como Dios personal, como Ser Creador y Padre Universal que tiene Su propia forma energética como nosotros tenemos nuestra propia forma energética que nos da apariencia humana aún sin cuerpo físico. Pero ¿Cómo entender nuestra forma energética o alma individual sin un patrón previo? Y ese patrón es la forma de Dios. (A Su imagen y semejanza fuimos creados).

A otras muchas personas que niegan lo divino, pero aceptan ser una clase de energía autoconsciente les resulta fácil pensarse formando parte de un mar de energía dotada conciencia, pero viven rechazando que esta tenga que ver con la idea de un Dios. Pero ¿de dónde proviene nuestra capacidad de pensar, sentir, percibir, intuir y amar si solo somos energía impersonal? ¿Cuál es la fuente de esa energía inteligente? Dios nos dice que nos ha creado a Su Imagen y Semejanza, y por ello nos llama hijos. Entonces nos hallamos ante otra manifestación de Dios; de un Dios que por amor ha tomado forma desde Su propio océano de energía infinita y se manifiesta personalmente como Creador consciente del Universo y de Sus criaturas a las que dota de inteligencia y consciencia. Se trata, pues, del mismo Dios, pero en forma de un Dios personal. Por tanto, el Dios impersonal-Energía (que es el Espíritu Santo) se da forma como Padre Creador usando Su energía impersonal, creando a partir de ahí seres espirituales personales, los hijos de los Cielos, entre ellos a nosotros.

Ahora ya nos resulta más fácil poder comprender el origen de nuestra energía, de nuestro verdadero ser y de nuestra capacidad de pensar, sentir, percibir, intuir y amar. Si no ¿de dónde? ¿De una gran casualidad cósmica, igual que la vida y la poderosa mecánica del Cosmos y de la Naturaleza? Quien aboga por esta idea y rechaza a Dios, en Su lugar coloca a otro dios, al dios de la casualidad, al dios de lo indeterminado, al dios de los secretos y misterios, al que llaman Azar.

El Azar viene a ser un dios con quien uno no sabe a qué atenerse, y cuyos golpes de destino se aceptan con resignación, pues son producto del azar, y en ningún caso la consecuencia de los propios actos, los efectos de las propias causas. Así que lo que llaman buena o mala suerte presentes en la vida cotidiana son productos inevitables del dios azar, pero no cosecha de las propias siembras de pensamientos, sentimientos y actos contrarios a las leyes de la vida, que no son otras que las expresadas en los diez Mandamientos y en el Sermón de la Montaña.

Aunque la existencia de Dios en este mundo no puede demostrarse por medio de la Ciencia o del intelecto, al menos sí podemos decir que se puede sentir en la misma medida que se cumplen Sus leyes, y que muchos profetas e iluminados no solo lo sienten sino que son capaces de expresar de la Divinidad aspectos y verdades que la mente intelectual no puede concebir. Y aunque no se pretende polemizar con agnósticos o con ateos- cada cual lleva su propio proceso evolutivo- no estaría de más hacernos la pregunta de por qué tantos de ellos aceptan tan fácilmente un azar de tamaño cósmico mientras niegan a un Dios cósmico, porque podría ser que esta elección encubriera en realidad el intentar escurrir el bulto ante las leyes divinas que afectan a la conciencia. Con el azar, no hay responsabilidad ni compromisos de conciencia, pero con Dios, es otra cosa. El azar carece de leyes, pero Dios no, y con la excusa de que a Dios no se le puede demostrar dicen aquello de que me dejen en paz para hacer cuanto me venga en gana sin tener que dar cuentas a nadie. Esta es la política del avestruz, porque a la conciencia se la puede adormilar a base de estímulos externos, de una vida proyectada hacia el materialismo, pero no se la puede eliminar, y antes o después se activa. Emerge por medio de golpes de destino, enfermedades, la muerte de alguien querido, etc. Se puede decir que siempre espera su oportunidad para reclamar sus derechos.

Por supuesto que todos somos libres de utilizar nuestra voluntad personal aunque sea en contra de la voluntad de Dios expresada en los Diez Mandamientos, por ejemplo. Ellos, ya sabemos que no nos obligan -Dios no obliga a nada- pero son como faros para orientar nuestra alma consciente en la oscuridad del mundo material.

No hay más que asomarse un poco a este mundo para comprobar que quienes pretenden ignorar su verdadera condición y no aceptan someterse a las leyes de la energía universal, que son las leyes de la naturaleza y los Mandamientos, no son felices (pero todo el mundo quiere serlo), ni viven en paz en su interior ( pero todo el mundo quiere vivir en paz),y pocos tienen una salud perfecta ( pero ¿quién lo la desea?) ni tampoco ese gran amor al que se aspira tan a menudo ( ¿pero quién no desea un gran amor que acompañe su vida y al que no puede reprocharle nada ?).

Sin embargo, quien acepta su condición divina, se esfuerza por seguir las leyes de la vida del mismo modo que quien acepta vivir en un edificio se esfuerza en aceptar las leyes de la convivencia entre vecinos, o quien conduce un coche procura respetar las leyes de tráfico para no sufrir consecuencias desagradables o la muerte misma. Pero la conciencia de quien no acepta vivir de acuerdo con las leyes de la vida, entra en conflicto y la vida le pasa factura en forma de infelicidad, depresiones, problemas emocionales, estrés… Cuando estas señales de alarma se desprecian, enferma la envoltura física, el cuerpo, pues este no puede vivir en conflicto con el ser interno o alma sin sufrir las consecuencias de esa disonancia energética.

Las consecuencias del vivir en conflicto consigo mismo también se manifiestan en la relación de cada uno con su entorno familiar, social, laboral, y allá donde se vaya. Para comprobarlo solo hay que ver cómo es nuestro mundo: un hervidero de conflictos, una caldera a presión que estalla aquí y allá sin cesar. Odios, enfermedades, guerras y toda clase de enfrentamientos vienen a ser la consecuencia final del rechazo a nuestra condición espiritual divina y a las leyes universales que rigen el Cosmos.

Muchas personas creen que los Diez Mandamientos o el Sermón de la Montaña, que son extractos de las leyes universales divinas, extractos de las leyes del SER o DIOS, son cosas de curas o de Iglesias. Con frecuencia son estos los primeros en no cumplirlas, considerando que son utopías, pero han hecho de esas leyes un estandarte que les permiten a los más avispados vivir como príncipes mundanos revestidos de pompas y teatro con todo su juego de disfraces.

Si la mayoría de seres humanos siguiéramos las leyes divinas no existirían conflictos, y en su lugar brillarían sociedades justas y pacíficas regidas por las leyes del amor, pues el amor es la fuerza que sustenta al Universo, ya que Dios mismo es Amor, y nosotros, Sus hijos, somos alimentados por ese Amor instante a instante. Cada vez que respiramos aspiramos la energía vital que nos transmite el Dios impersonal.

Quien se esfuerza en vivir de acuerdo con los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña vive en comunicación consciente con el Universo, con todos los seres, con la Naturaleza y con Dios mismo.

Siguiendo nuestro ejemplo inicial de la gota de agua marina, cuando al fin la gota reconoce formar parte del mar, se integra en él y deja de pelear con las olas. Reconocerse como una gota de luz en el mar del SER, sin embargo, es algo que antes o después nos sucederá debido al empuje de la fuerza redentora de Cristo. Pero esto deberá abordarse en otro momento.

¿CANONIZA LA IGLESIA CON ACIERTO?

Cuando en el año 324 el Emperador Constantino absorbió el cristianismo y lo convirtió en religión estatal por motivos tácticos y políticos, se produjo una poderosa y nueva alianza entre estado y religión, que lucho con saña contra los verdaderos seguidores de Jesús de Nazaret. Dichos seguidores, como hoy día se sabe, eran vegetarianos lo que en aquella época los convertía directamente en herejes con un futuro poco halagüeño.

Constantino jugó un papel crucial en el alejamiento entre la recién fundada iglesia y las verdaderas enseñanzas del amor a Dios y al prójimo que trajo Jesús, una triste separación de los principios de igualdad, libertad, unidad, hermandad y justicia que trajo el Nazareno como base del cristianismo.

Se podría decir que fueron verdaderas campañas de destrucción las que acontecieron. Las peores carnicerías contra personas pacificas cuya única falta consistía en su esfuerzo en cumplir en sus vidas diarias aquello que enseñó Jesús, por ejemplo no matar animales ni comer su carne. Los cristianos originarios de los primeros siglos fueron perseguidos y exterminados por no doblegarse a la voluntad pagana de los sacerdotes, quienes ahora se hacían llamar cristianos. Ellos sin embargo se habían decidido por obedecer la palabra profética de Cristo, la Palabra interna que fluía entre algunos de ellos en las primeras comunidades cristianas.

Para elevar este pseudo-cristianismo a religión estatal, a pesar de que ya no tenía nada que ver con las enseñanzas de Jesús, la iglesia católica canonizó a Constantino quien a pesar de todo continuaba guerreando. Sin embargo a los seguidores de Jesús de Nazaret que querían permanecer fieles a sus ideales pacíficos, se les obligó bajo amenazas y tortura a guerrear a favor del emperador. Se cuenta que a los que no quería comer carne les vertían plomo fundido en la garganta.

Debido a la persecución de cristianos y a su exterminio el cristianismo de los orígenes prácticamente se extinguió. Se obligó oficialmente a los cristianos a cumplir el servicio militar, a comer carne y a beber alcohol. Los que lo hacían se libraban de ser perseguidos.

El teólogo alemán Karlheinz Deschner en su libro Historia criminal del cristianismo se hace eco de las palabras de Percy Bysse sobre Constantino: Ese monstruo, ese bruto de sangre gélida, ese hipócrita cortó el cuello a su hijo, estranguló a su mujer, asesinó a su suegro y a su cuñado y mantuvo en su corte a una pandilla de sacerdotes sanguinarios y mojigatos. Uno solo habría bastado para instigar a una mitad de la humanidad a que matase a la otra mitad.

EL DOLOR MÁS TERRIBLE QUE CONOCE LA HUMANIDAD

En la revista Der Spiegel Historia, en referencia a Jesús de Nazaret, el patólogo Frederik Zugibe informa sobre la posible causa de Su muerte en la cruz desde un punto de vista científico. En el estudio realizado por Zugibe se describe lo siguiente: Fue un conjunto de diferentes causas lo que llevó a Jesús a la muerte. Evidentemente Jesús sentía con intranquilidad como se sucederían las horas venideras, por ello durante un momento con sus discípulos sudó sangre, algo que los médicos conocen como un claro síntoma de estar bajo un grandísimo estrés o incluso de angustia de muerte.

Ser apaleado y vejado por fanáticos, como le sucedió a Jesús en casa de Caifás, habría inquietado fuertemente también a la persona más valiente. No obstante, en comparación Jesús salió relativamente a salvo de esta prueba. Mucho más dramática fue la tortura que siguió y que se llevó a cabo con el flagran, una especie de fusta con varias correas de cuero, a cuyos extremos iban entretejidos trozos de huesos o bolas de plomo. Eso es como si a uno le dieran un golpe en las costillas con extrema violencia con un bate de béisbol, provocando un intenso dolor durante semanas, relata Zugibe. Posiblemente Jesús fue castigado con 40 golpes, que es la cantidad máxima que tolera la ley judía. Casi sin lugar a dudas, el brutal azote influyó determinantemente en su temprana muerte. Especialmente el tórax y los pulmones sufrieron grandes daños.

Cubierto de sangre y vómitos Jesús fue conducido a un martirio que había sido maquinado exclusivamente para él. Los soldados romanos le pusieron una corona de espinas y le golpearon la cabeza con una caña. Zugibe opina que este suplicio ha sido infravalorado al ser considerado una simple burla al Rey de los judíos, pero lo cierto es que la sádica coronación de Jesús lo llevó ineludiblemente al borde de la muerte; se podría comparar como si se aplicara sobre la carne un atizador de hierro candente.

El ultrajado Salvador ya estaba pronto a morir cuando sus torturadores lo clavaron en la cruz. Los romanos usaron gruesos clavos de hierro de 12 centímetros de largo, que al ser clavados en los talones rompieron dolorosamente muchos nervios. Jesús sufrió los dolores más terribles que conoce la humanidad, concluye Zugibe, agregando: Con el más mínimo movimiento en la cruz el dolor se extendía por todo el cuerpo como un golpe de corriente. Solo después de un sufrimiento eterno le llegó la muerte liberadora.

No quedan dudas de que el adversario de Dios utilizó las más brutales opciones a su alcance para obligar a Jesús a rendirse sin cumplir Su misión de redimir a todas las almas y hombres y salvar la cuna de la creación, pero Jesús el Cristo venció, de ahí que la cursilería de la representación eclesial de la Semana Santa deba ser calificada de ridiculización. El adversario de Dios expone el cadáver de Jesús muerto en la cruz durante 2000 años como signo de victoria, y los llamados cristianos lo veneran sin cuestionarse apenas que Jesús resucitó y con ello redimió a humanidad, por lo tanto ¿quién tiene tanto interés en mantenerlo clavado en la cruz?, aquel que abogó y determinó el calvario de Jesús de Nazaret y Su crucifixión convirtiéndolo hasta el día de hoy en folklore.

Los cultos de Navidad y Semana Santa son sin lugar a dudas paganismo puro. Quien todavía no se haya apercibido de la crueldad de la Semana Santa en nuestros días que piense en el indecible calvario y crucifixión tal como ha sido descrito por el doctor Zugibe. Luego se le debería preguntar si pertenece al paganismo o al barbarismo, ya que con el verdadero cristianismo todo esto no tiene nada que ver.


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