La iluminación espiritual

Frases Rosario Castellanos

Citas Rosario Castellanos


Porque éramos amigos y a ratos, nos amábamos; quizá para añadir otro interés a los muchos que ya nos obligaban.

Hombrecito, ¿que quieres hacer con tu cabeza? ¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo? ¿Castrar al potro Dios? Pero Dios rompe el freno y continua engendrando magnificas criaturas, seres salvajes cuyos alaridos rompen esta campana de cristal.

Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos.

Mujer que sabe latín | Rosario Castellanos.

No, no es la solución tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi ni apurar el arsénico de Madame Bo Vary ni aguardar en los paramos de avala la visita del ángel con venablo antes de liarse el manto a la cabeza y comenzar a actuar.

Ser de rio sin peces, esto he sido. Y revestida voy de espuma y hielo. Ahogado y roto llevo todo el cielo y el árbol se me entrega malherido.

A ningún otro hiere un olvido, una ausencia, a veces menos.

Debe haber otro modo… Otro modo de ser humano y libre. Otro modo de ser.

No, yo no quiero hablar de nuestras noches cuando nos retorcemos como papel al fuego. Los espejos se inundan y rebasan de espanto mirando estupefactos nuestros rostros.

La oscuridad engendra la violencia y la violencia pide oscuridad para cuajar el crimen.

Y yo que me soñaba nube, agua, aire sobre la hoja, fuego de mil cambiantes llamaradas, solo supe yacer.

Y nos regocijamos de estar en el secreto, de guiñarnos los ojos a espaldas de la muerte.

El matrimonio es el ayuntamiento de dos bestias carnívoras de especie diferente.

La soledad trazo su paisaje de escombros. La desnudez hostil es su cifra ante el hombre.

Y entonces supe: yo no estaba allí ni en ninguna otra parte ni había estado nunca ni estaría.

La muerte será la prueba de que hemos vivido.

Es esta rueda isócrona fija entre cuatro cirios, esta nube exprimida y paralitica y esta sangre blancuzca en un tubo de ensayo.

El suicidio también paso de moda y no conviene dar un paso en falso cuando mejor podemos deslizarnos. Que gracia de patines sobre el hielo. Que tobogán mas fino. Que pista lubricada. Que maquinaria exacta y aceitada.

Miro las herramientas, el mundo que los hombres hacen, donde se afanan, sudan, paren , cohabitan.

¿Que se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared? ¿Se agarra por los hombros al que esta cerca y oye? ¿Se echa uno a correr, como el que tiene las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?

Damos la vida solo a lo que odiamos.

Compartimos solo un desastre lento.

Mi sangre se enardece igual que una jauría olfateando la presa y el estrago pero bajo tu voz mi corazón se rinde en palomas devotas y sumidas.

En estas vastas galerías de muertos, de fantasmas reumáticos y polvo, nos hinchamos de orgullo y de soberbia.

Bajo tu tacto tiemblo como un arco en tensión palpitante de flechas y de agudos silbidos inminentes.

Venturosa ciudad amurallada, ceñida de milagros, descanso en el recinto de este cuerpo que empieza donde termina el mío.

Porque si un día cansados de este morir a plazos queremos suicidarnos abriéndonos las venas como cualquier romano, nos sorprende saber que no tenemos sangre ni tinta enrojecida: que nos circula un aire tan gratis como el agua.

Ese día de amor yo fui como la tierra: sus jugos me sitiaban tumultuosos y dulces y la raíz bebía con mis poros el aire y un rumor galopaba desde siempre para encontrar los cauces de mi oreja.

Nadie lo confesaba, pero todos estaban orgullosos de ser como juguetes en las manos de un niño.

Para el amor no hay tregua.

Era como un durazno o como una mejilla y encerraba la dicha como los labios encierran cada beso.

¿Por que decir nombres de dioses, astros espumas de un océano invisible, polen de los jardines mas remotos? Si nos duele la vida, si cada día llega desgarrando la entraña, si cada noche cae convulsa, asesinada.

No hay que aceptar ningún dogma sino hasta ver si es capaz de resistir un buen chiste.

Piensa en la tejedora; en su paciencia para recomenzar una tarea siempre inacabada.

El mundo era la forma perpetua del asombro renovada en el ir y venir de la ola, consubstancial al giro de la espuma y el silencio, una simple condición de las cosas.

Aprendí, si no a dar mas que no es fácil, si a pedir menos que casi es indispensable.

A veces, tan ligera como un pez en el agua, me muevo entre las cosas feliz y alucinada.

La manzana cayo; pero no sobre un Newton de fácil digestión, sino sobre el atónito apetito de Adán (se atraganto con ella como era natural).

Visitaría en Europa lo típico: alguna ruina humeante o algún pueblo afilando las garras y los dientes. Alguna catedral mal ventilada, invadida de moho y oro inútil y en el fondo un cartel: Negocio en quiebra.

éramos el abrazo de amor en que se unían el cielo con la tierra.

El que se va se lleva su memoria, su modo de ser rio, de ser aire, de ser adiós y nunca.

Nunca digas que es tuya la tiniebla, no te bebas de un sorbo la alegría. Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro. Lo que el respira es lo que a ti te asfixia, lo que come es tu hambre. Muere con la mitad mas pura de tu muerte.

Llevo la marca de su pie sin regreso.

Tal vez yo no debiera descubrirlo pero fue el primer circulo vicioso mordiéndose la cola.

No era como ahora que parecemos aventadas nubes o dispersadas hojas.

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando encarnizadamente como dar el zarpazo ultimo que aniquile de modo inapelable y, para siempre, al otro.

Al pie de un sauce, triste Narciso de las aguas, o cerca de una roca inexorable quiero dejar mi cuerpo como el que deja ropas en la playa.

Y cuando bailan, cuando se deslizan o cuando burlan una ley o cuando se envilecen, sonríen, entornan levemente los parpados, contemplan el vacío que se abre en sus entrañas y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

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