La iluminación espiritual

Falso yo o verdadero ser está es la cuestión

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Falso yo o verdadero ser está es la cuestión; Patrocinio Navarro

EL FALSO YO

Las armas del ego.

Si observamos nuestra civilización con objetividad vemos que existe una guerra diaria entre dos clases de combatientes. Unos vienen armados con las armas del ego, O FALSO YO y otros con la fuerza de la conciencia. Desde el mismo instante de despertar, ya comienzan los pensamientos a buscar su lugar en el campo de batalla tomando posiciones a favor o en contra de la propia salud, de la propia paz, de la armonía y del amor a los semejantes. En esta toma de posiciones, cuando el dominante es el ego o falso yo (que confundimos con nuestro verdadero ser), esto nos produce, ya desde la mañana, desasosiego, malestar, incertidumbre, y pensamientos y sentimientos en general poco favorecedores de nuestra salud, que nos roban la paz y en cambio nos empujan a cometer acciones cuyo resultado siempre es el mismo: dolor, malestar, enfrentamientos con alguien, pesares, cuando no sentimientos depresivos o de poca valía personal. En esto reconocemos que erramos al elegir el bando.

¿FALSO YO O VERDADERO SER? ESTA ES LA CUESTIÓN

En la otra parte del campo de batalla, se encuentra nuestra conciencia. La conciencia es la voz de Dios que nos hace sentir si lo que hacemos es correcto o incorrecto, si es que no nos hemos vuelto sordos a ella.

Los guerreros de conciencia libre, a diferencia de los siervos del ego, representan al verdadero ser que somos, y sus acciones tienden a conducirnos a la salud, la paz, la armonía, la unidad y el amor a nuestros semejantes, y a pensar en el nosotros, en lugar del mío, mí y para mí, que es el santo y seña del ego y sus servidores. Por sus frutos lo conocemos siempre, pero sus palabras pueden llevar a engaño, pues en ello son hábiles: son los escribas y fariseos de toda la vida, los defensores del intelecto pero enemigos de Dios y que una y otra vez vienen a tomar posiciones en el campo de batalla diario y atrapan a los que están en su onda para sumarlos a su bando, que no es otro que el bando de la oscuridad.

Herramientas de combate del ego son la mentira, el disimulo, el orgullo, la indiferencia y la violencia, entre otras. Porque el ego es taimado, sinuoso, rastrero, superficial, insolidario, y traiciona cuanto sea preciso con tal de obtener su propio beneficio. Desconoce el amor y lo confunde con sexo o interés personal. Solo da si recibe. Miente, y por medio de la mentira busca ventaja y provecho; es indiferente y con la indiferencia mantiene una distancia con sus semejantes, una actitud de no compromiso que busca eximirle del remordimiento y de la necesidad de pedir perdón. El ego no pide perdón, se hace el remolón, y si las circunstancias le obligan dice cosas como lo siento, pero eso no es pedir perdón. Eso es decir: me molesta que me hayas cogido en falta. Pedir perdón es pedir perdón, y ya está. Lo otro es orgullo con el que quiere aparentar la fuerza que realmente no posee.

El orgullo es una de las armas preferidas del ego. Con esta pretende dar de sí la imagen de alguien fuerte, de quien está por encima de las situaciones adversas, por más que en su interior esté muerto de miedo, pues el miedo es una de sus constantes que intenta disimular. Por ello pretende dar la imagen de que es el mejor, el que más sabe, alguien fuerte en quien se puede confiar, y no acepta crítica alguna por equivocadas y hasta malvadas que sean sus acciones. Y cuando no consigue su propósito, cuando la batalla se decanta francamente del lado de la conciencia libre, o alguien le desenmascara, el ego puede recurrir fácilmente a la violencia verbal o de hecho, pues la frustración no es soportada con facilidad por este enemigo de la verdad.

Al enfrentarse a la conciencia de lo justo -a la que en el fondo considera superior aunque detesta su existencia- quiere hacer creer a quienes le rodean que es alguien fuerte, bondadoso, desinteresado, afable, etc., imitando así taimadamente el comportamiento de un verdadero guerrero de conciencia libre, pero solo es una fachada para obtener ventajas mediante este engaño de lobo vestido de cordero. Como dijo Jesús el Cristo: sepulcros blanqueados.

En cambio, las personas de conciencia libre, los guerreros de la verdad, esgrimen las armas insobornables de la autenticidad, del pensar, sentir y actuar a favor de los semejantes. Un carácter noble y disciplinado, una actitud empática, dialogante y pacífica son no solo sus señas de identidad, sino una fuente de salud personal y fuerza emocional que convierte al guerrero espiritual en alguien a quien se quiere tener de amigo, vecino o compañero de trabajo.

Cada día al despertar, los primeros pensamientos ya nos indican de qué va a ir en ese día la batalla. De su resultado diario no solo depende la calidad de vida y pensamiento y las relaciones de cada uno con sus semejantes, sino que la suma de las energías dominantes en cada enfrentamiento entre el ego y el SER en cada uno determina también, como resultado final, la cantidad y calidad de energía diaria que el conjunto de esta humanidad emite al cosmos material y a Planetas astrales del Más Allá.

Dado que lo que predomina en el mundo -aunque sus días están contados- son los valores del ego: codicia, envidia, orgullo, indiferencia, mentira y violencia entre otros, podemos constatar que estamos ante una humanidad enfermiza o enferma en gran medida y que precisa sanar a través de las victorias personales de cada uno contra el enemigo común que impide la evolución hacia la verdad, la paz, el amor, la igualdad y la justicia, con la ayuda de Dios y la energía redentora de Cristo, nuestro hermano.


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