La iluminación espiritual

El humor de Jiddu Krishnamurti

POR: JIDDU KRISHNAMURTI

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KRISHNAMURTI CONTANDO CHISTES

Quienes tuvieron el placer de tratar a Jiddu Krishnamurti le escucharon contar historias divertidas, chistes e infinidad de anécdotas. El nunca se hizo pasar por autor de las cosas cómicas que contaba. Las fuentes de algunos de sus cuentos se remontan a la literatura zen. Pero él los modificaba un poco. Empleaba los chistes y las historias ajenas para instruir y despertar a cuantos buscaban su consejo así como para aclarar aspectos difíciles de sus enseñanzas.

En sus horas de ocio en Colombo, se veía leer un libro de chistes. Le encantaba el humor de Mark Twain y en la biblioteca personal que tenía en Arya Vihar, en Ojai, tenía varios libros de este gran humorista norteamericano. Algunas de sus historias no se basaban en hechos pero eso no tenía ninguna importancia porque su propósito era transmitir un mensaje.

Jiddu Krishnamurti disfrutaba contando historias en las que se describían comportamientos personales que no estaban de acuerdo con los principios morales reconocidos. He aquí un buen ejemplo:

EL PROSTÍBULO 

Dos monjes que habían hecho votos de abstinencia sexual absoluta, de pensamiento, palabra y hecho, regresaban lentamente a su monasterio después de haber ido a un funeral. El monje más anciano iba delante del joven novicio que llevaba en una bolsa las monedas que les habían dado por oficiar el funeral. Al pasar delante del prostíbulo del pueblo, el joven novicio dijo entusiasmado:

¿Vamos a ver a la prostituta del pueblo y a gastarnos lo que hemos ganado?

Presa del asombro y el disgusto, el monje más anciano reprendió al joven novicio:

¡Avergüénzate! ¿Acaso no sabes que no deberías tener estos pensamientos?...

...Además, no tenemos dinero suficiente para eso.

VOTOS DE CASTIDAD

Otra historia también se refiere a dos monjes que habían hecho votos de castidad y abstinencia absoluta de pensamiento, palabra y hecho. Partieron juntos en un largo viaje durante el cual debían recorrer a pie poblados, bosques y tierras pantanosas. Se disponían a cruzar un río con una fuerte corriente cuando se les presentó una atractiva muchacha y les pidió que la ayudasen a cruzar.

Márchate, le gritó el monje joven, porque hemos hecho promesa de no tener tratos con mujeres.

Os ruego que me ayudéis, sollozó la muchacha.

Al oír esto, el monje más anciano la alzó en brazos y vadeó el río de rápida corriente. Cuando hubo cruzado, la mujer le agradeció el favor y se marchó. Concluido el incidente, el monje joven se pasó varios días criticando la conducta del más anciano. Se quejaba muy airado:

Has tenido una conducta impropia al tocar el cuerpo de una mujer.

El monje más anciano le espetó:

¡Yo dejé a esa mujer en la orilla del río pero tú sigues llevándola en brazos!

EL VATICANO

Esta historia ilustra la mente poco casta del joven monje que seguía turbado por un hecho inocente que pertenecía al pasado. Según Jiddu Krishnamurti, la verdadera castidad consiste en estar libres de la formación de imágenes y su almacenamiento en el espíritu. Por lo tanto, su idea de la castidad estaba muy alejada de la actitud tradicional que insiste en evitar todo contacto con el sexo opuesto.

Jiddu Krishnamurti sentía una simpatía especial por el Papa Juan Pablo II, al que describía como un hombre amistoso. Jiddu Krishnamurti lamentaba que hubiera muerto repentinamente después de un breve reinado.

Jiddu Krishnamurti alguna vez contó esta historia:

Encontraron a un mendigo harapiento orando en la Capilla Sixtina, la capilla del Papa, decorada con frescos de Miguel Ángel y otros pintores. El Papa notó enseguida la presencia del mendigo y de inmediato manifestó su fastidio. ¿Quién es ese hombre que está ahí arrodillado? No lleva la ropa adecuada. El Papa ordenó al mendigo que abandonara de inmediato la Capilla Sixtina. El hombre tuvo que obedecer. El mendigo se sintió decepcionado por el rechazo del Papa, pues para él, que era muy devoto, aquello casi equivalía a haber sido excomulgado de la Iglesia Católica.

Regresó a la sórdida habitación que ocupaba en un barrio bajo de Roma. Y en la soledad y el silencio de su cuarto se arrodilló para rezar. De repente, Dios se le apareció en persona. El pobre hombre no daba crédito a sus ojos al ver al Todopoderoso en todo Su esplendor. Dios se dirigió a él amorosamente y le preguntó:

¿Cuál es tu problema?

Mi problema, le contestó, es que me echaron del Vaticano.

No te preocupes, le dijo Dios, porque a mí tampoco me dejan entrar.

EL CANÍBAL FILOSOFO

A Jiddu Krishnamurti le gustaban los chistes y las anécdotas de Jesús y, sobre todo, de misioneros que viajan a países lejanos con la intención de convertir al cristianismo a los paganos que se niegan a reconocer al Dios de la Biblia.

Una de sus historias preferidas era la de un misionero que ponía gran celo en su trabajo e intentaba predicar los evangelios a un grupo de caníbales. A los caníbales les molestó tanto su actitud desdeñosa que decidieron comérselo para la cena.

Cuando se disponían a freír al misionero en una olla de aceite hirviente, clamo el misionero. Por favor, no me comáis pidió asustado. Lo que uno come, filosofó uno de los caníbales, es cuestión de gustos. A ti te encanta comer carne de vaca y nosotros preferimos la de misionero.


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