La iluminación espiritual

El dilema de la mente

POR: OSHO

Imagen; El dilema de la mente; Osho

TU MENTE ES JUDAS

Te oigo decir que todos somos hojas del mismo árbol y que la iluminación solo es posible cuando nos juntamos. Por otro lado, te oigo decir que únicamente el individuo puede realizar su ser en profunda soledad. Siento que ambas afirmaciones son justas, pero no llego a comprenderlas del todo. Por favor, coméntalas.

Ambas tienen razón, pero son aparentemente contradictorias; de ahí la confusión. Por un lado digo que cuando eres uno con la existencia, llegas a la realización; y ser uno con la existencia significa que desapareces, que dejas de ser. Y por otro lado te estoy diciendo que seas tú mismo, que seas tu verdadero rostro original; solo entonces puedes experimentar la realización.

Puedo ver tu dilema. Sientes que ambas afirmaciones tienen razón -esto es significativo y algo a recordar: sientes que, ambas tienen razón- pero tu mente no está convencida, tu pensamiento no está convencido.

Tu pensamiento crea preguntas: ¿Cómo pueden tener razón al mismo tiempo?

La mente funciona con el principio de exclusión: o esto es correcto o su opuesto es lo que es correcto. Ambas cosas no pueden ser correctas a la vez, al menos en lo tocante a la mente, a la lógica mental, a la racionalidad...

Si la mente funciona con este principio de exclusión o/o -una cosa o la otra-, el corazón funciona con el principio de inclusión, ambas/y. El corazón no tiene lógica sino sensibilidad, perceptividad.

Puede ver que no solo ambas pueden darse a la vez sino que, de hecho, no son dos. Se trata de un único fenómeno visto desde dos perspectivas diferentes. Y hay mucho más que esas dos, por eso digo ambas/y.

El corazón siempre tiene razón. Si surge la cuestión de elegir entre la cabeza y el corazón..., ocurre porque la mente es una creación social. Ha sido educada, te ha sido dada por la sociedad, no por la existencia. El corazón no está polucionado. Es pura existencia: De ahí su sensibilidad.

Si miras desde el punto de vista del corazón, las contradicciones comienzan a disolverse como el hielo.

Yo os digo: sed uno con el Universo; tenéis que desaparecer y dejar que la existencia sea. Simplemente tenéis que estar ausentes para que la existencia pueda estar presente en su totalidad. Pero lo que tiene que desaparecer no es tu realidad, solo es tu personalidad. Es solo una idea dentro de ti. En realidad ya eres uno con la existencia; no puedes existir de ninguna otra forma.

TÚ ERES LA EXISTENCIA

Pero la personalidad crea un engaño y te hace sentirte separado.

Puedes asumir que estás separado: la existencia te da una libertad total, incluso la de ir contra ella misma. Puedes pensar que eres una entidad separada, un ego. Esa es la barrera que te impide fundirte con la amplitud que te rodea a cada momento.

No tiene puertas cerradas, todas sus puertas están abiertas. A veces sientes que una puerta se abre, pero solo durante un momento; tu personalidad no puede permitirse más. A esos momentos les llamas momentos de belleza, momentos de éxtasis.

Cuando miras el atardecer, durante un segundo olvidas tu separación. Eres el atardecer. En ese momento sientes su belleza. Pero en el momento que dices que es un atardecer precioso, ya no lo sientes; has vuelto a la entidad separada y encerrada que es tu ego. Ahora la que habla es la mente.

Y este es uno de los misterios: la mente puede hablar aunque no sabe nada y el corazón, que lo sabe todo, no puede hablar.

Quizá el hecho de saber demasiado hace que resulte difícil hablar. La mente sabe tan poco que puede hablar. El lenguaje es suficiente para ella, pero no es así para el corazón.

A veces, bajo el impacto del momento -una noche estrellada, un amanecer, una hermosa flor-, y durante un momento, olvidas que estás separado. Y olvidarlo libera una tremenda belleza y éxtasis.

Cuando te digo que tienes que desaparecer para lograr la realización suprema, no me refiero a ti; me refiero al tú que no eres tú. Me refiero al tú que crees ser.

Y la segunda afirmación es que solo sintiéndote uno con existencia, totalmente disuelto en ella, te realizas a ti mismo, llegas a la verdad...

No hay contradicción para el corazón porque este tú que haces realidad cuando eres uno con la existencia no es el viejo tú. Aquél era tu personalidad y éste es tu individualidad. Aquél te fue dado por la sociedad y éste es natural, real, es un don de la existencia. Puedes olvidarlo pero no puedes destruirlo.

El otro tú, el falso tú, puedes crearlo, pero no puedes hacerlo real. Seguirá siendo una sombra, un rostro pintado. Nunca se convertirá en tu rostro original.

EL ÁRBOL BODHI

Cuando era profesor universitario, había una pequeña calle en el campus de los profesores. Había muy pocos bungalows, pero eran los mejores. Eran para los decanos, para el vicecanciller y para los directores de los departamentos. La calle era silenciosa, vacía, sin tráfico... y no era muy larga. Tenía unos cientos de metros, luego acababa y no tenía salida; desde allí se divisaba un profundo valle.

Cuando llovía... me encantaba pasear bajo la lluvia. Los de la última casa se habían dado cuenta..., veían que ocurría una y otra vez: cada vez que llovía yo aparecía en aquella calle. Y la suya era la última casa, después estaba el valle.

Pensaron que debía estar loco: sin paraguas, empapado, con barba y pelo largo, y caminando tan despacio y con tanta soltura... como si la lluvia no fuera un problema. Y después solía quedarme de pie junto a un gran árbol bodhi, al final de la calle.

El árbol bodhi tiene muchas bellezas. Una de sus bellezas es que sus hojas tienen una forma tal que cuando llueve puedes refugiarte en él: las hojas impiden que el agua te moje. Y como el follaje es muy denso, toda el agua es absorbida por las hojas. Son como tazas, absorben una enorme cantidad de agua.

Si la lluvia te sorprende y no quieres mojarte la ropa; el árbol bodhi te protege más que ningún otro. Pero la otra belleza es -y ésta era la importante para mí- que cuando la lluvia se detiene, entonces empieza a llover bajo el árbol bodhi. Porque... ¿cuánto tiempo puede contener toda el agua? Antes o después se va haciendo más pesado y las hojas comienzan... Por eso, cuando todo el mundo está en silencio; llueve bajo el árbol bodhi.

Yo solía ir hasta el final de la calle y descansaba bajo el árbol bodhi. Para la gente de la casa aquello era otra locura. El árbol bodhi solo te protege durante los primeros minutos; después, es un lugar peligroso, el más peligroso. Después de que la lluvia se haya detenido seguirá lloviendo bajo el árbol bodhi al menos durante una hora.

Los niños de la casa, la esposa, las hijas, los hijos, todos se reunían en el balcón para mirarme. Y aquello se convirtió en un absoluto para ellos, ambas cosas pasaban simultáneamente: llovía y yo iba a su casa.

La casa fue asignada a uno de los físicos más importantes, el director del departamento de física. Él se sentía muy interesado en mí porque de vez en cuando yo decía cosas que aproximaban mucho la física y el misticismo, los hacía aproximarse más de lo que habían estado nunca. Quizá los físicos puedan hacer las mismas afirmaciones que hacen los místicos.

Era un hombre muy humilde. Había estado enseñando en diversas universidades de todo el mundo. Cuando yo daba una conferencia en el sindicato de estudiantes, lo que hacía casi todas las semanas una o dos veces..., era seguro que estaría entre el público, que vendría a oírme. Muchos otros profesores solían venir, pero él era el más regular. Y nos hicimos amigos.

Era muy mayor. Había trabajado con Albert Einstein y cuando murió, cubrió su plaza en América porque era su colega más cercano y ningún otro excepto él podía ocupar su lugar.

Nos hicimos tan amigos que me dijo: Quiero que vengas a mi casa alguna vez; me gustaría presentarte a mi esposa y a mis hijos. No tenía ni idea de que ellos ya me conocían y yo también les conocía.

Cuando llegué a su casa todos empezaron a reírse y él se enfadó mucho. Les dijo: He traído a un amigo. Acepto que es joven y yo ya soy muy mayor, y que la nuestra es una amistad curiosa, pero nuestras concepciones de la realidad son muy similares y no deberíais comportaros así; nunca lo habíais hecho.

Pero la esposa dijo: Tú no conoces a este hombre.

Y yo le dije: Ella tiene razón: nos hemos estado conociendo durante casi dos años.

Él dijo: ¡Qué! ¿Conoces a mi esposa y a mis hijos?.

Y yo le respondí: En realidad no nos conocemos, pero existe entre nosotros cierta familiaridad. Y después añadí: Cuando llueve vengo aquí, a esta calle; me encanta la lluvia y a estas personas les encanta mirarme: soy el loco. Y no pienso que sean maleducados porque se estén riendo mientras me presentas...; ni tu esposa puede contenerse.

Este físico conoció a algún sannyasin en América y me envió un mensaje: Eres la última persona a la que quiero ver y voy a volver a India en cuanto pueda solo para verte. Y la razón es que siento que tienes toda la razón al decir que el corazón ve las cosas con más precisión que la mente.

Pero antes de poder volver a India, murió. Siento que debí de estar en sus pensamientos cuando murió.

En lo que se refiere a nuestra realidad, somos uno. En lo que se refiere a nuestros egos prefabricados parecemos seres separados.

EL YO

Por eso, cuando digo que disolváis vuestro yo, me refiero a vuestra propia creación, o a la creación social en vosotros. Simplemente sentid el silencio del momento en el que no sois; entonces os sentiréis en sintonía con las nubes, con el océano y con las montañas.

El día en que lo dejas caer completamente es el mejor día de tú vida, porque te aporta todo el Universo. No pierdes nada -solo una idea falsa- y lo consigues todo: todo el Universo, el infinito Universo con todas sus bellezas, con todos sus tesoros.

Pero antes de poder soltar el falso yo tienes que encontrar el yo verdadero; de otro modo te sentirás muy vacío.

Por eso te digo, sé un individuo, sé tú mismo.

Esto significa que cuando sientas tu realidad, serás capaz -sin ningún tipo de problema- de soltar lo falso. De hecho lo falso se soltará solo. A medida que entre lo real, lo falso saldrá. Y, desde cierto punto de vista, lo real es individual: individualidad frente a personalidad.

La personalidad solo es una mezcolanza; tu madre puso algo allí, tu padre puso algo, los vecinos pusieron algo, los amigos, la esposa, los profesores, los sacerdotes, los líderes... Es un trabajo de retales, no es algo indivisible.

Casi se cae a trozos -cualquier movimiento o pequeño accidente puede hacer que se caiga a trozos-, no hay un alma que conecte todas sus partes. No tiene totalidad, solo partes.

Frente a personalidad, yo uso la palabra individualidad, en el sentido de indivisibilidad. Individual significa indivisible: no puedes dividirlo, no tiene partes, tampoco puede caerse a trozos. Es una roca sólida, es de una pieza, si la comparamos con la personalidad. Pero eso solo es un aspecto.

Visto desde lo universal, tampoco eres un individuo. Incluso esa demarcación desaparece. Eres la totalidad. Los vientos, los árboles, la luna no están separados en ninguna parte; y tú tampoco lo estás. Respiras a cada momento. La existencia no está separada de ti, aunque pienses que estás separado.

Y saber que no estás separado es un gran logro. Entonces todo el miedo a romperte la cara, a perder tu personalidad -que siempre se está deslizando- desaparece. Has vuelto a los orígenes. Has vuelto a lo eterno, a lo universal.

A esto le llamo iluminación. Estás lleno de luz y de claridad. Ahora vives todo el misterio de la existencia.

Cuando ves una rosa, te conviertes en ella. No la ves desde fuera; la sientes desde su ser más interno. Sus pétalos son tuyos, su perfume es tuyo. No eres un observador: eres ella.

Krishnamurti solía decirlo una y otra vez lo repitió durante toda su vida; pienso que la gente que le escuchaba no le prestaba mucha atención. Es su observación más repetida: lo observado se convierte en el observador y el observador se convierte en lo observado.

No ves un atardecer lejano; estás en él, eres parte de esos colores preciosos. Y vivir la existencia en esa profunda empatía es la experiencia más rica que un hombre puede tener.

Confía en tus sentimientos; nunca confíes en tu mente. Tu mente es Judas.


RELACIONADOS

«El dilema de la mente»