La iluminación espiritual

Educar para que

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Educar para que; Patrocinio Navarro

SOBRE LA EDUCACIÓN

Existe un consenso generalizado que define el educar como el preparar para la vida. Pero el término vida resulta un tanto abstracto, porque ¿ se refiere a la vida social? ¿ a la vida íntima y personal? La definición sencilla parece satisfacernos inmediatamente. Sin embargo, educar no es únicamente hacer ese esfuerzo para que las nuevas generaciones se vayan incorporando a nuestro mundo y puedan coger un día eso que se llama el relevo generacional...No es solamente esto ni tampoco el aprendizaje de ciertas normas básicas y prácticas para la supervivencia en el medio... Todo eso no es nada si no va acompañado del encuentro del individuo consigo mismo desde una perspectiva más amplia que la que le proporciona su medio social, familiar, cultural. Porque es esa perspectiva justamente la que va da dar a su vida la consistencia necesaria para vivir correctamente los inevitables conflictos del día a día y poderlos superar con éxito y crecimiento interno, que en eso consiste la evolución humana. Educar sería entonces el preparar para facilitar la evolución de los educandos, pero tal cosa no es posible sin una ética social y espiritual. Y es aquí, al llegar a estos territorios, donde surgen las dificultades más serias.

Para comenzar, nos hallamos inmersos en una inmensa red de comunicación inmediata y tan abundante en informaciones, pensamientos y acontecimientos simultáneos en tiempo, espacio, o ambos a la vez, que resulta imprescindible preguntarse quiénes hay finalmente detrás de toda esa gigantesca maquinaria informativa que resultan los medios de comunicación, las Iglesias, los centros de enseñanza públicos y privados y, desde luego, la gigantesca industria cultural y religiosa que nunca pone el cierre.

No estaría de más en estas circunstancias preguntarnos qué intenciones tienen quienes educan, y tal vez quiénes educan a nuestros educadores. En todo caso, quienes educan ¿están ellos mismos preparados para semejante tarea? Porque educar para la vida en todos sus aspectos no es hacerlo para conformar mentes que acepten como normal esta existencia mezquina y sucedáneo de vida en que vemos desenvolverse al hombre común, al mediocre ciudadano medio, silencioso pagador de impuestos, sumiso y gris en casi todo, admirador de ricos y poderosos, atrapado en un trabajo al que suele odiar, y arrastrando una existencia programada para convertirle en consumidor compulsivo. Sin embargo, ver esto como algo normal suele ser el resultado que llamamos educación. Los educadores oficiales educan, precisamente, para obtener ese resultado.

Por tanto, estamos autorizados a cuestionarnos: ¿Están preparados para educar para la vida nuestros padres, nuestros llamados maestros y todas esas personas que andan por ahí con títulos que les autorizan a tan alta función ?... Si hemos de contestar a estas preguntas viendo el mundo que nos rodea y nuestros conflictos internos y externos que tan mal resolvemos, no tenemos más remedio que aceptar que no estamos preparados para la vida, y lo que es igual de tremendo: tampoco para la muerte. Y entonces?...Sin duda estamos preparados para consumir, obedecer y contemplar con diversos grados de indiferencia todos aquellos asuntos que se alejen de nuestro cotidiano centro de atención: nuestro ombligo, las necesidades que nos crea nuestro egocentrismo.

Tal vez para muchos responsables de educar ese es precisamente su triunfo, pues no otro resultado es el que buscan. Mas para los que creemos en un mundo mucho más perfecto habitado por seres mucho más perfectos, el resultado de la educación hasta hoy es altamente negativo a la vista del mundo que hemos construido entre todos.

En los hogares, los padres se muestran desconcertados sobre el cómo educar y con qué objeto. La familia moderna, en un proceso de transformación permanente, todavía está marcada mayormente por la estructura machista y paterno-céntrica. Y esto es una fuente de conflictos en los hogares.

Las escuelas, aún siendo como son de carácter intelectualista, no ayudan gran cosa en la tarea del desarrollo mental, y menos aún en la educación emocional integral; no proporcionan métodos que ayuden a analizar la realidad de un modo objetivo, creativo, crítico y abierto a la participación y mejoramiento del sujeto que estudia, en su triple dimensión: física, mental y espiritual. Se limitan a transmitir conocimientos enlatados y a inculcar el principio de autoridad y sumisión contrarios al espíritu de las nuevas generaciones, que no se acomodan a los sistemas escolares y simplemente los soportan. Y de momento aún estamos muy lejos de establecer siquiera acuerdos libres entre familias y escuelas para educar en una dirección común que aspire al equilibrio físico, mental y espiritual de los jóvenes.

Todo esto resulta hoy, sin embargo, prácticamente imprescindible a la vista del deterioro que sufre la convivencia en todos los órdenes, incluida la convivencia entre pueblos y culturas distintas, pero también la convivencia entre los propios miembros de la familia y los responsables profesionales de educar, los cuales, deberían ser, como los padres, modelo de virtudes. Aún estamos lejos de todo eso.

Con una educación correcta, a estas alturas ya seriamos capaces, como mínimo, de respetar la Naturaleza y a todas sus formas de vida, y desde luego, a las personas y todas sus formas de pensamiento, existencia, cultura y un largo etc. Con tal equipaje estaríamos listos para relacionarnos pacíficamente con nuestros semejantes y el mundo animal y serían imposibles guerras y desastres ecológicos. Con tal equipaje tendríamos sentadas las bases para vivir en paz. Mas no vivimos en paz. A niveles personales, nuestra conciencia nos avisa de nuestra falta de paz y armonía a través de enfermedades, acontecimientos fuertes, crisis diversas...Avisos del desorden. A niveles sociales ocurre lo mismo, solo que en mayor escala. Una discusión familiar un día cualquiera es a escala, un conflicto regional entre países, o, más gravemente, una conflagración.

¿Cómo evitar estas calamidades?

Hasta ahora no hemos sido capaces:

Ni una generación sin guerra, ni un día sin asesinatos, robos,
conflictos raciales, económicos, políticos, bélicos, prebélicos...

¿Es este el resultado de tantos siglos de educación humana, de tanto prepararnos para la vida?


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