La iluminación espiritual

Dios es la síntesis suprema

POR: OSHO

Imagen; Dios es la síntesis suprema; Osho

LA DUDA Y LA CONFIANZA

La ciencia y la religión son dos alas.

¿Cómo puede alguien establecer un puente entre la duda y la confianza si ha sido entrenado toda su vida para analizar, cuestionar y dudar?

La duda es hermosa en sí misma. El problema surge cuando te quedas estancado en ella. Entonces, la duda se convierte en muerte. El análisis es perfecto si te mantienes separado y apartado de él. El problema surge si te identificas con él. Entonces, el análisis se convierte en parálisis.

No te sientas desgraciado si sientes que has sido entrenado para analizar, cuestionar y dudar. Duda, analiza, cuestiona, pero permanece separado. Tú no eres la duda, Úsala como una metodología, como un método.

Si el análisis es un método, entonces la síntesis también es un método. El análisis, en sí, es la mitad. A menos que se complemente con la síntesis, nunca será la totalidad. Y tú no eres ni análisis ni síntesis ‑eres solo una consciencia trascendental.

Preguntar es bueno; pero una pregunta es, obviamente, solo la mitad: la respuesta será la otra mitad. La duda es buena, pero es solo una parte; la confianza es la otra parte.

Permanece separado. Cuando digo permanece separado, quiero decir: permanece separado, no solo de la duda, sino también de la confianza. Esta también es un método; uno tiene que usarla. No deberías permitir que ella te use ‑es así que surge una tiranía.

Puede haber tiranía de la duda o de la confianza. La tiranía de la duda te dejará inválido; nunca te será posible dar un solo paso, porque la duda estará en todas partes. ¿Cómo puedes hacer algo mientras la duda esté ahí? Te dejará paralizado. Y si la confianza se transforma en una tiranía ...

Y puede llegar a eso: para millones se ha transformado en una tiranía. Las iglesias, los templos, las mezquitas, están llenas de aquellos para los cuales la confianza se ha transformado en una tirana. Entonces no te da ojos: te ciega. Es así que la religión se convierte en una superstición.

Si la confianza no es un método y estás identificado con ella, la religión se convierte en superstición y la ciencia en tecnología. Entonces la pureza de la ciencia se pierde y la pureza de la religión también se pierde. Recuerda esto: la duda y ‑la confianza son como dos alas. Usa ambas. Sin embargo, tú no eres ninguna de las dos.

Un hombre con discernimiento, un hombre sabio, usará la duda si su búsqueda guarda relación con la materia. Si su búsqueda guarda relación con lo exterior, con el otro, usará la duda como un método. Si su búsqueda se dirige hacia lo interno, hacia sí mismo, entonces usará la confianza. La ciencia y la religión son dos alas.

En la India hemos cometido una tontería. Ahora el Occidente está cometiendo otra. En la India, hemos tratado de vivir solo con la confianza: de ahí la pobreza, el hambre, la miseria. El país entero es como una herida, sufriendo continuamente. Y el sufrimiento se ha prolongado tanto que la gente hasta se ha acostumbrado a él, lo han aceptado tan profundamente que han llegado a no sentirlo. Están casi muertos; van a la deriva, no están vivos.

Esto ha sucedido debido a la tiranía de la confianza. ¿Cómo puede un pájaro volar solo con un ala?

En Occidente, está ahora ocurriendo otra tiranía: la tiranía de la duda. Funciona perfectamente bien en lo que concierne a la investigación objetiva; piensas acerca de la materia, la duda es necesaria: es un método científico. Pero cuando empiezas a entrar hacia lo interno, simplemente no funciona; no encaja. Ahí, la confianza es necesaria.

El hombre perfecto es un hombre que mantiene profunda armonía entre la duda y la confianza. Un hombre perfecto te parecerá inconsistente, pero no es inconsistente. Es simplemente armonioso ‑las contradicciones se disuelven en él. Usa todo.

Si tienes dudas, úsalas para la investigación científica. Y observa a los grandes científicos: cuando llega el momento en que alcanzan la edad de la comprensión y la sabiduría, cuando llega el momento en que el entusiasmo juvenil ya no existe y la sabiduría se instala, siempre tienen una profunda confianza. Eddington, Einstein, Lodge ‑no estoy hablando de científicos mediocres, éstos no son científicos en absoluto‑ pero todos los grandes pináculos de la ciencia son muy religiosos. Ellos confían porque han conocido la duda, han usado la duda, ‑y han llegado a comprender que ésta tiene sus limitaciones.

Es tal como: mis ojos pueden ver y mis oídos pueden oír. Si trato de oír con mis ojos, va a resultar imposible, y si trato de ver por mis oídos, resultará imposible. El ojo tiene sus propias limitaciones, el oído tiene sus propias limitaciones. Son expertos, y todo experto tiene sus limitaciones. El ojo puede ver ‑y es bueno que solo pueda ver, porque si el ojo pudiera hacer muchas cosas, no seria tan eficiente para ver. En el ojo, toda la energía se convierte en vista, y toda la energía del oído se vuelca en la audición.

La duda es un experto. Funciona si estás investigando respecto al mundo. Pero si empiezas a preguntarte acerca de Dios a través del mismo método estarás usando un método equivocado. El método es perfectamente adecuado para el mundo, para el mundo de la ley; pero no es adecuado para el mundo del amor. Para el mundo del amor, la confianza es necesaria.

No hay nada malo en la duda: no te preocupes por eso. Úsala bien, úsala de manera correcta. Si la usas correctamente y bien, llegarás a comprender algo: llegarás a dudar de la duda misma. Verás: llegarás a dudar de la duda. Verás dónde funciona y dónde no funciona. Cuando alcanzas esa comprensión, se abre la puerta de la confianza.

Si estás entrenado para el análisis ‑bien. Pero no te quedes preso de él, no permitas que esto se convierta en una esclavitud. Permanece libre para poder sintetizar también, porque si sigues y sigues analizando y nunca sintetizas, llegarás a lo más minúsculo, pero nunca alcanzarás lo absoluto.

Dios es la síntesis suprema; el átomo, el análisis supremo. La ciencia llega al átomo; sigue analizando, dividiendo, hasta que finalmente llega a la parte más minúscula, que ya no puede ser dividida. Y la religión llega a Dios: va añadiendo, sintetizando. Dios es la síntesis suprema; no se le puede añadir nada más. Es ya lo absoluto. Nada existe más allá. La ciencia es atómica; la religión es absoluta. Usa ambas.

Siempre estoy a favor de que uses todo lo que tienes. Incluso si tienes algún veneno, diré: Guárdalo, no lo tires. En alguna circunstancia puede servir de medicina ‑depende de ti. Puedes suicidarte con el mismo veneno, y con el mismo veneno puedes ser salvado de la muerte. El veneno es el mismo; el uso adecuado produce la diferencia.

Todo depende del uso adecuado. Por lo tanto, cuando vayas al laboratorio, utiliza la duda; cuando vengas al templo, utiliza la confianza. Permanece flexible y libre, de modo que cuando vayas del laboratorio al templo, no te lleves el laboratorio contigo. Entonces, podrás entrar en el templo totalmente libre del laboratorio: puedes orar, danzar, cantar. Y cuando vuelvas al laboratorio, deja atrás el templo, porque bailar en el laboratorio será muy absurdo: puedes destruir cosas.

No será apropiado que lleves al templo la cara seria que usas en el laboratorio. Un templo es una celebración ; un laboratorio es una investigación. La investigación tiene que ser seria; la celebración es un juego. Te deleitas en ella, te conviertes nuevamente en un niño. Un templo es un sitio para convertirse en niño nuevamente, una y otra vez, de modo que nunca pierdas contacto con tu fuente original. En el laboratorio, eres un adulto; en el templo, eres un niño. Y Jesús dice: El reino de Dios es para aquellos que son como niños.

Recuerda siempre no negar nada de lo que Dios te ha dado ‑ni siquiera la duda. Debe ser El quien te la ha dado, y debe haber una razón detrás, porque nada se da sin motivo. Debe haber un uso destinado para ella. No deseches ninguna piedra, porque muchas veces ha sucedido que la piedra que fue desechada por los constructores llegó a ser, finalmente, la piedra angular del edificio.

LAS PALABRAS

La Biblia emplea la palabra arrepentíos. A veces, tú la traduces como ‑retorno, otras como responde y otras veces la dejas como arrepiéntete. ¿Cambias el significado según tu necesidad? No estoy hablando de la Biblia, en absoluto. Estoy hablando acerca de mí. No estoy limitado por la Biblia; no soy esclavo de ninguna escritura. Soy totalmente libre, y me conduzco como un hombre libre.

Amo la Biblia, su poesía, pero no soy un Cristiano. Ni tampoco soy un Hindú, ni un Jain. Soy simplemente yo. Amo la poesía, pero la canto a mi manera. Yo ‑y no la Biblia‑ soy quien finalmente decide dónde debo enfatizar qué cosa.

Amo su espíritu, no su letra. Y la palabra que traduzco a veces como arrepiéntete, otras como retorna, y otras como responde, significa las tres cosas. Esa es la belleza que tienen las viejas lenguas. Sánscrito, Hebreo, Árabe: todas las viejas lenguas son poéticas. Cuando utilizas una lengua poética, ésta significará muchas cosas. Dice más de lo que las palabras contienen, y puede ser interpretada de muchas maneras. Tiene muchos niveles de significado.

A veces la palabra significa arrepentirse. Cuando estoy hablando acerca del pecado y uso la palabra arrepentirse, quiere decir arrepentirse. Cuando digo que Dios te está llamando, la palabra arrepentirse significa responde, significa responsabilidad. Dios ha preguntado ‑tú respondes. Y cuando digo que el reino está a tu alcance, la palabra significa retorna.

Los tres significados están ahí. La palabra no tiene una dimensión: tiene tres dimensiones. Todas las viejas lenguas son tridimensionales. Las lenguas modernas son unidimensionales, porque nuestro énfasis no está en la poesía, sino en la prosa. Nuestro énfasis no está en los significados múltiples, sino en la exactitud. La palabra debe ser exacta: debiera significar solo una cosa, para que no haya confusión. Y eso es bueno. Si estás escribiendo respecto a la ciencia, el lenguaje tiene que ser exacto; de lo contrario, la confusión es posible.

Sucedió en la Segunda Guerra Mundial: el general americano escribió una carta al Emperador del Japón antes de Hiroshima y Nagasaki. La carta estaba en inglés; fue entonces traducida al japonés, que es más poético, más florido ‑y una palabra quiere decir muchas cosas.

Cierta palabra fue traducida de cierta manera. También podía haberse traducido de otra manera; dependía del traductor. Ahora han estado investigando el asunto, y han llegado a la conclusión de que si hubiesen optado por traducirla mediante la otra alternativa posible, no habría habido Hiroshima ni Nagasaki.

El general americano quiso decir otra cosa; pero, tal como fue traducido, parecía un insulto. El Emperador del Japón simplemente se negó a responder; era demasiado insultante. Y así sucedieron Nagasaki e Hiroshima: la bomba atómica tuvo que ser arrojada.

Si el Emperador hubiera respondido la carta, Hiroshima y Nagasaki no habrían sido necesarias. Solo una palabra traducida de manera diferente y cien mil personas murieron en unos minutos, en unos segundos. Muy costoso: solo por una palabra. Las palabras pueden ser peligrosas.

En política, en ciencia, en economía, en historia, las palabras debieran ser lineales, unidimensionales. Pero si todo el lenguaje se vuelve unidimensional, la religión se resentirá mucho, la poesía se resentirá mucho, el romance se resentirá mucho. En poesía, la palabra debiera ser multidimensional, debiera significar muchas cosas, de modo que la poesía tenga profundidad y puedas seguir y seguir y seguir.

Esa es la belleza de los viejos libros. Puedes leer el Gita todos los días, puedes leer los evangelios todos los días, y cada vez puedes encontrarte con un significado nuevo y fresco. Puede que hayas leído el mismo párrafo mil veces, y nunca antes se te había ocurrido que éste podía ser el significado. Pero esta mañana ocurrió, estabas en un estado de ánimo diferente. Estabas contento, fluido: surgió un nuevo significado. En otra ocasión, no estás tan contento ni tan fluido, y el significado cambia. El sentido cambia dependiendo de ti, según tu estado de ánimo y clima.

Llevas un clima interno que varía constantemente, tal como el clima externo. ¿Lo has observado? A veces estás triste y miras a la luna y la luna parece triste, muy triste. Estás triste, y una fragancia te llega desde el jardín, y parece muy triste. Miras las flores: más que hacerte feliz, te ponen melancólico.

Y entonces, en otro momento, estás feliz, vivo, fluido, sonriente: la misma fragancia llega y te rodea, baila a tu alrededor y te hace tremendamente feliz. La misma flor... y cuando la ves abrirse, algo también se abre en ti. La misma luna, y no puedes creer cuánto silencio y cuánta belleza desciende sobre ti. Hay una profunda participación: se transforman en compañeros en un profundo misterio. Pero depende de ti. La luna es la misma, la flor es la misma: depende de ti.

Las viejas lenguas son muy fluidas. En Sánscrito hay palabras... una palabra puede tener doce significados. Puedes jugar con ella., y te revelará muchas cosas. Cambiará junto contigo, siempre se ajustará a ti. Es por ese motivo que las grandes obras de la literatura clásica son eternas. Nunca se agotan.

Pero el periódico de hoy no tendrá valor mañana, porque su significado no tiene vitalidad. Simplemente, dice lo que dice; no hay nada más en él. Parecerás un tonto si lo lees mañana. Es prosa común; te da información, pero no tiene profundidad, es plana.

LAS PALABRAS DE JESÚS

Dos mil años han pasado desde que habló Jesús, y sus palabras están tan vivas y frescas como nunca. Nunca van a envejecer. No envejecen, permanecen frescas y jóvenes. ¿Cuál es su secreto?

El secreto consiste en que significan tantas cosas que siempre puedes encontrar una nueva puerta en ellas. No es un departamento de un solo cuarto. Jesús dice: La casa de mi Dios tiene muchas mansiones. Hay muchas puertas, y siempre hay nuevos tesoros por ser revelados, por ser descubiertos. Nunca te encuentras de nuevo con el mismo paisaje. Tiene una cierta infinidad.

Por eso, siempre estoy cambiando. Sí, cambio el significado cuando quiero. Pero ésa es la forma en que el mismo Jesús lo ha hecho.

Es mucho lo que se ha perdido al traducir la Biblia del Hebreo al inglés. Al traducir el Gita a las lenguas modernas, es mucho lo que se ha perdido. Al traducir el Corán, toda la belleza se ha perdido, porque el Corán es poesía. Es algo que deberías cantar, es algo con lo cual deberías bailar. No es prosa. La prosa no es el estilo de la religión; la poesía lo es.

Recuerda esto siempre, y no te limites. Jesús es vasto, y la Biblia inglesa es muy pequeña. Puedo entender lo reacios que son algunos viejos autores respecto a que sus libros se traduzcan. Esto tiene una profunda significación.

Puedes traducir prosa; no hay problema. Puede que resulte difícil traducir a cualquier lengua un libro sobre la teoría de la relatividad, pero la dificultad no es la misma que existe con la Biblia, el Gita o el Corán. Puede ser traducido, nada se perderá; no tiene poesía.

Pero cuando traduces poesía, es mucho lo que se pierde, porque cada lengua tiene su propio ritmo, cada lengua tiene sus propias formas de expresión. Cada lengua tiene su propio compás y música; no puede ser traducida a otra lengua. Se perderá esa música, se perderá ese ritmo. Tendrás que reemplazarlas por otro ritmo y otra música. Por lo tanto, es posible: la poesía corriente se puede traducir. Pero cuando la poesía es realmente extraordinaria, de otro mundo... cuanto más grande y profunda es, más difícil resulta ‑casi imposible.

JESÚS EL POETA

Yo trato a Jesús como a un poeta. Y lo es. Van Gogh ha dicho respecto a él que es el artista más grandioso que haya pisado la tierra. Y lo es. Habla con parábolas y con poesía, y quiere decir muchas más cosas de lo que sus palabras pueden expresar. Permíteme que te transmita la sensación de esa infinidad de significados.

La poesía no es tan clara ‑no puede serlo. Es un misterio. Es muy temprano por la mañana; por todas partes ves una bruma ‑fresca, acaba de nacer. Pero hay nubes, no puedes ver muy lejos. No hay necesidad; la poesía no es para lo lejano. Te da una percepción para mirar lo cercano, lo próximo y lo íntimo.

La ciencia investiga e investiga lo lejano; la poesía sigue revelando, de una nueva manera, lo íntimo, lo cercano, aquello que siempre has conocido, aquello que es familiar: el mismo sendero que has estado pisando toda tu vida. La poesía revela el mismo sendero ‑pero con un nuevo matiz, un nuevo color, una nueva luz. Eres repentinamente transportado a un nuevo plano.

Trato a Jesús como a un poeta. Y esto ha sido muy malinterpretado. La gente le sigue tratando como a un científico. Están locos si le tratan como a un científico. Entonces parecerá absurdo; todo el asunto parecerá milagroso. Si en esas condiciones quieres creer en él, tienes que ser muy supersticioso. O tienes que deshacerte de él completamente: el bebé junto con el agua del baño.

El es tan absurdo. Puedes creer en él, pero tienes que creer muy ciegamente. Esa creencia no puede ser natural, espontánea. Tienes que forzarla. Tienes que creer por creer, y tienes que forzarte a ti mismo. O bien, tienes que alejarte completamente. Ambas actitudes son erróneas. Debieras amar a Jesús, no creer en él. No hay necesidad de pensar en pro o en contra de él.

¿Has observado? ‑‑nunca piensas en pro o en contra de Shakespeare. ¿Por qué? Nunca piensas en pro o en contra de Kalidas. ¿Por qué? Nunca piensas en pro o en contra de Rabindranath. ¿Por qué? Porque sabes que son poetas. Disfrutas con ellos, no estás ni en pro ni en contra.

Pero con Jesús, Krishna, Buda, piensas en pro o en contra, porque crees que están polemizando. Déjame decirte esto: no están argumentando. No tienen tesis que probar, no tienen dogma. Son grandes poetas: más grandes que Rabindranath, más grandes que Shakespeare, más grandes que Kalidas, porque lo que les ha ocurrido a Rabindranath, Kalidas y Shakespeare es solo un vislumbre. Lo que les ha pasado a Jesús, a Krishna, a Buda, es una comprensión.

Lo que para un poeta es un vislumbre, para un místico es una realidad. Ellos han visto. No solo visto -han tocado. No solo tocado‑ han vivido. Es una experiencia vivida.

Siempre considéralos como grandes artistas. Un pintor simplemente pinta un cuadro; un poeta simplemente escribe un poema... un Jesús crea un ser humano. Un poeta cambia un lienzo: era llano, corriente, pero su toque lo hace precioso. Pero, ¿no puedes acaso ver que Jesús toca a gente muy corriente ‑un pescador, Simón llamado Pedro‑ él le toca, y por su mero contacto este hombre es transformado en un gran apóstol, un gran ser humano? Surge una cima, se abre una profundidad. Este hombre ya no es corriente. Era solo un pescador que arrojaba su red al mar; y hubiera hecho esto toda su vida ‑quizás por muchas vidas‑ y nunca hubiera pensado, imaginado, soñado, lo que Jesús transformó en realidad.

En la India, tenemos un mito acerca de una piedra llamada paras. La piedra paras es alquímica. Tocas hierro con la paras y se convierte en oro. Jesús es un paras. Toca metal corriente, e inmediatamente el metal es transformado: se convierte en oro. Transforma seres humanos corrientes en deidades, y no ves el arte en ello. No es posible concebir arte más grande.

Para mí, los evangelios son poéticos. Si hablo de nuevo acerca del mismo evangelio, no diré lo mismo, recuerda. No sé en qué estado de ánimo, en qué clima, estaré entonces. No sé por qué puerta entraré entonces. Y la casa de mi Dios tiene muchas mansiones. No es finita.

Ayer, después del discurso, me acerqué al pequeño Siddhartha en la fuente. Habiendo leído lo que habías dicho acerca de él ‑que es uno de los antiguos‑ me incliné, le miré a los ojos y le dije: Bhagawn me dijo quién eres El sonrió, me miró profundamente a los ojos, y dos veces me tiró agua sobre la cabeza. Entonces me golpeó suavemente en la cabeza y me dijo en voz baja: Cállate. Hubo un silencio. Fue algo muy hermoso.

Debió serlo. Te bautizó con el agua. Fue un bautismo. Y é! es muy inocente; más que Juan el Bautista. Su inocencia es muy espontánea. Deberías inclinarte ante él con más frecuencia. Y deberías permitirle que te tirara agua y te golpeara más. Y cuando él diga: Cállate, cállate y permanece en silencio.

Es un niño tremendamente hermoso.

DUBITATIVO

Cuando reflexiono acerca de la persecución de Cristo hace dos mil años, siento que en el intertanto no ha cambiado mucho la actitud de la gente hacia un Mesías vivo que se encuentre entre ellos. La sospecha, el cinismo y la desconfianza parecen predominar, al igual que entonces. ¿Puede acaso ocurrir que algún día tú también seas perseguido por el sistema? Mirando al auditorio, me imagino que puedo señalar a Tomás el dubitativo, a Simón, Pedro, a María Magdalena, incluso a Judas y al resto de la pandilla. ¿Podría ser ésta una representación en vivo?

Lo es. Todos ellos están aquí. Tienen que estar ‑ ¡porque el jefe de la pandilla está aquí! Y nunca nada cambia, todos los cambios son superficiales. En lo profundo, la humanidad sigue siendo la misma. Es natural. No lo estoy condenando; no digo que haya nada malo en ello. Tiene que ser así: es como es. Cuando viene Jesús, los Tomás el dubitativo estarán necesariamente allí.

Cuando llega la gente que confía, también llega la gente que no confía. Crean un contraste. Y eso es bueno; de lo contrario, tu confianza no tendría mucho valor. Se vuelve valiosa debido a los dubitativos que hay a tu alrededor. Puedes comparar, puedes sentir. Puedes ver lo que es la duda, lo que es la confianza.

Cuando plantas un jardín, también brotan malezas. Las malezas también forman parte. Cuando un Jesús llega, habrá también un judas, porque todo el asunto es tan tremendamente significativo que necesariamente alguien lo traicionará. Tiene tanta altura que alguien se sentirá necesariamente muy herido por ello: el ego.

Judas sufrió mucho daño. Y no era un mal hombre, recuérdalo. De hecho, era el único entre todos los discípulos de Jesús que era educado, cultivado, que pertenecía a una sociedad y a una familia sofisticada. Era, naturalmente, el más egoísta. Los otros eran solo pescadores, granjeros, carpinteros ‑gente así, gente corriente, del estrato más corriente de la sociedad. Judas era especial. Y siempre hay conflicto cuando alguien se siente especial. El, quería guiar hasta a Jesús. Lo intentó muchas veces. Y si le escuchas, existe la posibilidad de que Judas te convenza más que Jesús.

Sucedió: Jesús llegó a visitar la casa de María Magdalena. María estaba profundamente enamorada. Derramó un perfume precioso, muy precioso, en sus pies ‑toda la botella. Era un perfume muy escaso: se podría haber vendido.

Judas objetó de inmediato. Dijo: Deberías prohibir a la gente que hiciera tales tonterías. Todo se ha desperdiciado, y en la ciudad hay gente pobre, que no tiene nada que comer. Podríamos haber distribuido el dinero entre la gente pobre.

Parece un socialista, un precursor de Marx, Mao, Lenin, Trotsky: todos ellos estarían de acuerdo con él.

¿Qué es lo que dijo Jesús? Dijo: No, te preocupes por esto. El pobre y el hambriento siempre estarán aquí, pero yo me habré ido. Puedes servirles siempre y siempre ‑no hay prisa‑ pero yo me habré marchado. Mira el amor, no el valioso perfume. Mira el amor de María, su corazón.

¿Con quién estarás de acuerdo? Jesús parece ser muy burgués, y Judas parece ser perfectamente económico. Judas está hablando acerca de los pobres, y Jesús simplemente dice: Está bien. Yo me iré pronto, así que permite que ella me dé la bienvenida como quiera. Permite que su corazón haga todo lo que desee, y no pongas tu filosofía entremedio. La gente pobre siempre estará ahí; yo no estaré aquí para siempre. Sólo estoy aquí por un breve lapso de tiempo.

Normalmente, tu‑ mente estará de acuerdo con Judas. Parece tener toda la razón. Era un hombre cultivado, de modales pulcros ‑sofisticado, un pensador.

EL EGO DE JUDAS

Y traicionó. Sólo él podía traicionar, porque su ego fue herido a cada paso. Siempre se sintió superior a todos los otros discípulos de Jesús. Siempre se mantuvo aparte, no se mezcló con la multitud. Siempre pensó que él no formaba parte de la multitud. A lo más era un segundo, solo después de Jesús ‑y eso también, de mala gana. En el fondo, debió creer que él era el primero. No podía decirlo, pero estaba en su corazón.

El fue terriblemente dañado. Jesús estaba dañando continuamente sus egos. Un Maestro tiene que hacerlo, porque si un Maestro mima los egos, no será de ninguna ayuda, lo envenenará todo. Entonces puedes suicidarte a través de él, pero no podrás resucitar.

Judas fue el más dañado, porque era el más egoísta. Y Jesús tenía que herirle más. El tomó venganza. Y era un buen hombre; no hay duda de eso. Ese es el problema con la gente buena.

Vendió a Jesús por treinta rupias. Estaba tan preocupado por el perfume y lo que costaba ‑¡fíjate en su mente!‑ y vendió a Jesús por treinta rupias, treinta piezas de plata. Jesús ni siquiera era tan costoso.

Pero después, cuando Jesús fue asesinado, crucificado, empezó a sentirse culpable. Así es como funciona un buen hombre. Empezó a sentirse muy culpable, su conciencia empezó a remorderle. Se suicidó. El era un buen hombre, tenía conciencia moral. Pero no tenía consciencia. (*)

Esta distinción tiene que ser captada profundamente. La conciencia moral es prestada, dada por la sociedad; la consciencia es tu logro. La sociedad te enseña qué es lo que está bien y qué es lo que está mal; haz esto y no hagas aquello. Te da la ley, la moralidad, el código, las reglas del juego. Esa es tu conciencia moral. Fuera, el policía; dentro, la conciencia. Esa es la manera como la sociedad te controla.

Si vas a robar, el policía está fuera para impedírtelo. Pero puedes engañar al policía, puedes encontrar la forma. Por lo tanto, la sociedad ha implantado un electrodo, profundamente dentro de ti: la conciencia moral. Tu mano empieza a temblar, todo tu ser interno ‑sientes que tu ser interno está diciendo: No hagas esto; es malo.

(*) En español no parecen existir palabras diferentes para los conceptos de consciousness (aludiendo a lo nuclear del ser humano, al testigo que hay en todos nosotros), y conscience (los códigos de conducta implantados por la sociedad, reflejados en nuestra conciencia moral). Por tanto, consciousness se traducirá como consciencia, y conscience, como consciencia moral o solo como conciencia (Nota del Traductor).

CONCIENCIA Y CONSCIENCIA

Es la sociedad hablando a través de ti. Es solo la sociedad, implantada dentro de ti.

Judas tenía una conciencia, pero Jesús tenía consciencia. Esa fue la fisura. Un hombre de conciencia moral nunca puede entender al hombre de consciencia, porque el hombre de consciencia vive momento a momento, no tiene reglas que seguir.

Jesús estaba más interesado en el amor de la mujer, María. Era algo tan profundo que impedir su acto hubiera significado herir su amor; se hubiera encogido dentro de sí misma. Derramar el perfume a los pies de Jesús era solo un gesto. Detrás de esto, María Magdalena estaba diciendo: Me gustaría derramar el mundo entero a tus pies. Esto es todo lo que tengo: lo más precioso que poseo. Derramar agua no será suficiente; es algo demasiado barato. Esta es la cosa más preciosa que tengo; pero aún así, esto no es nada. Me gustaría derramar mi corazón, me gustaría derramar todo mi ser

Pero Judas estaba ciego a aquello. Era un hombre de conciencia: vio el perfume y dijo Es muy costoso. Estaba completamente ciego a la mujer y a su corazón, a la expansión de consciencia que había en ese gesto. El perfume le pareció demasiado precioso, y el amor ‑el amor era completamente desconocido para él.

El amor estaba ahí. Lo inmaterial estaba ahí, y también estaba allí lo material. Lo material es el perfume, lo inmaterial es el amor. Pero Judas no pudo ver lo inmaterial. Para eso, necesitas los ojos de la consciencia.

Un hombre de conciencia moral estará siempre en conflicto con un hombre de consciencia, porque el hombre de consciencia ve cosas que el hombre de conciencia no puede ver. Y el hombre de consciencia sigue su consciencia; no tiene reglas que deba seguir. Siempre serás consistente si tienes reglas, porque las reglas están muertas. Con ellas, tú también estás muerto: eres predecible.

Pero si tienes consciencia, eres impredecible. Uno nunca sabe. Permaneces en total libertad. Respondes, no tienes respuestas preconcebidas que dar. Cuando la cuestión surge, respondes y la respuesta nace. No solo el que escucha está sorprendido por tu respuesta ‑tú también lo estás.

Cuando te respondo, no eres el único que escucha la respuesta. Yo también escucho. No solo tú la oyes por primera vez; yo también la oigo por primera vez. No sé cuál va a ser la próxima palabra o la próxima frase. Puede moverse en cualquier dirección, en cualquier dimensión.

Esto es lo que quiero decir cuando digo que sigo aprendiendo. No solo ustedes están aprendiendo conmigo; yo también estoy aprendiendo con ustedes. Nunca estoy en un estado de conocimiento, porque un estado de conocimiento está muerto. Has aprendido algo: ahora lo tienes prefabricado. Ahora, si alguien pregunta, te lo pide, se lo puedes dar: ya es algo material.

Nunca me hallo en un estado de conocimiento; siempre me encuentro en el proceso de saber. Estar en un proceso de saber es a lo que me refiero cuando digo que estoy aprendiendo. El conocimiento ya ha pasado; el saber es presente. La vida no es un sustantivo, es un verbo. Dios tampoco es un sustantivo: Dios es un verbo.

Digan lo que digan los peritos en gramática, no me importa. Dios es un verbo, la vida es un verbo.

EL VACIO

Saber, aprender, significa que siempre permaneces en un vacío. Nunca acumulas nada. Siempre permaneces vacío como un espejo, no como una placa fotográfica. Una placa fotográfica alcanza de inmediato el estado de conocimiento. Una vez expuesta, ya está muerta. Ya nunca reflejará a nadie más; lo ha reflejado una vez y para siempre. Pero un espejo sigue reflejando. Cuando te colocas frente a él, te refleja. Cuando te vas, queda nuevamente vacío.

Esto es lo que quiero decir: un hombre que aprende permanece vacío. Haces una pregunta. Esta se refleja en mi vaciedad... surge una respuesta que fluye hacia ti. Una vez que la pregunta ha desaparecido, que la respuesta ha desaparecido, el espejo está nuevamente en un estado de no saber ‑vacío, nuevamente dispuesto a reflejar. No está limitado por su pasado, está siempre en el presente, siempre dispuesto. Con nada prefabricado, sino que siempre dispuesto a reflejar, a responder.

Cuando llega Jesús ‑un hombre de consciencia, un hombre de aprendizaje, no de conocimiento‑ Judas estará allí, necesariamente. El es un erudito, un hombre de conocimiento. Debió sentir muchas veces que sabía más que Jesús. Y quizás también tenía razón. Puede que sepa más, pero no conoce el estado del saber. Sólo conoce el conocimiento, la información muerta. Es un acumulador de información muerta. El traicionará a Jesús.

Naturalmente, cuando Jesús esté ahí, habrá mujeres que le amarán profundamente. una María Magdalena, una Marta. Estarán allí necesariamente, pues cuando un hombre de la calidad de Jesús surge, esa calidad tiene que ser captada primero por las mujeres, y después por los hombres. La confianza es la puerta, y las mujeres son más confiadas, más inocentemente confiadas.

Por eso es tan difícil encontrar a una mujer científica. A veces surge una Madame Curie: ése debe ser un capricho de la naturaleza. O puede que la mujer no haya tenido mucho de mujer.

En el fondo, la mujer es un poeta. No es que escriba poesía. La vive. Y sabe cómo confiar: es fácil para ella, es algo que le viene en forma espontánea. De hecho, para una mujer la duda constituye un entrenamiento difícil. Tendrá que aprenderla de un hombre, tal como tendrá que aprender la ciencia: de un hombre. Ella es ilógica, irracional. Estas no son buenas cualidades en lo que concierne al mundo ‑en el mundo, eres descalificado por ellas pero en lo que concierne al reino de Dios interno, son los requisitos.

El hombre no puede tener ambos mundos. A lo más, puede tener uno en donde funciona en forma óptima: el mundo exterior. Lo puede tener; pero entonces tendrá que perder el otro. En éste no estará en la cima; tendrá que seguir a las mujeres.

¿Has visto la crucifixión de Jesús? Ningún discípulo varón estaba cerca de él, solo mujeres ‑porque los discípulos varones empezaron a dudar. Este hombre curó enfermedades, este hombre revivió a los muertos... ¿y ahora no se puede salvar a sí mismo? Entonces, ¿qué sentido tiene creer en él y confiar en él?

Estaban esperando un milagro. Estaban escondidos entre la multitud esperando un milagro, que ocurriera algo milagroso. Entonces creerían. Necesitaban una prueba, y la prueba nunca llegó: simplemente, Jesús murió como un hombre corriente.

Pero las mujeres no estaban esperando ninguna prueba. Jesús era prueba suficiente, no era necesario ningún milagro. El era el milagro. Ellas pudieron ver el milagro que ocurrió en ese momento: que Jesús muriera con tan profundo amor y compasión. Hasta para sus asesinos tenía una oración en su corazón. Sus últimas palabras fueron: Dios, perdónales, porque no saben lo que hacen.

SOLO EL AMOR PUEDE RECONOCER

El milagro había ocurrido, pero nunca ocurrió para el ojo masculino. Las mujeres que estaban cerca lo entendieron de inmediato. Ellas confiaron en este hombre, y el corazón más interno de este hombre se abrió para ellas. Entendieron que el milagro había ocurrido. Este hombre había sido crucificado y estaba muriendo con amor. Lo más imposible estaba ocurriendo: morir en la cruz con una oración para aquellos que te están matando.

Pero esto era amor. Sólo la mente femenina puede entenderlo. Estaban cerca de él.

Cuando al tercer día Jesús revivió, resucitó, trató de acercarse a sus discípulos varones. No le pudieron ver, porque para ellos, el hecho de que estaba muerto ya estaba establecido, y solo ves las cosas que esperas ver. Si no esperas algo, no lo ves. Tus ojos seleccionan mucho. Si estás esperando a un amigo, podrás verle hasta en una multitud. Pero si no le estás esperando, si le has olvidado completamente, estarás por un momento desconcertado cuando llegue y llame a tu puerta: ¿quién es esta persona?

Habían establecido el hecho de que Jesús estaba muerto; por lo tanto, cuando Jesús se cruzó en su camino, no pudieron reconocerle, no pudieron verle. Hasta se ha dicho que caminó varias millas con dos discípulos mientras ellos hablaban de la muerte de Jesús. Su muerte les hacía sentir muy desgraciados: ¡y Jesús estaba caminando con ellos, estaban hablando con él! Pero no pudieron reconocerle.

Sólo el amor puede reconocer, incluso después de la muerte ‑porque el amor reconoció cuando estuviste vivo. Para el amor, la vida y la muerte son irrelevantes.

Jesús fue primero reconocido por María Magdalena, una prostituta. Ella fue corriendo a ver a los discípulos varones, que se encontraban en gran conferencia: ¿qué hacer? ¿cómo extender el mensaje al mundo entero? ¿cómo crear la iglesia? Mientras ellos planeaban el futuro, ella llegó corriendo y dijo: ¿Qué están haciendo? ¡Jesús está vivo!

Ellos se rieron. Le dijeron: Mujer loca, has debido imaginártelo ‑la mente masculina siempre piensa que esas cosas son imaginaciones. Empezaron a hablarse unos a otros: Esta pobre mujer, María Magdalena. Se ha vuelto loca. La crucifixión de Jesús ha sido tal conmoción para ella. Sintieron lástima por ella.

Ella insistió: No sientan pena por mí. ¡Jesús ha resucitado!

Ellos se rieron y dijeron: Lo entendemos. Necesitas descanso, estás demasiado conmovida por su muerte. Es tu imaginación.

Siempre ha habido gran cantidad de mujeres en torno a Buda, Krishna, Jesús, Mahavir. Fueron las primeras en llegar, fueron los primeros discípulos. Es natural.

Por lo tanto, no te sorprendas. Dos mil o dos millones de años... la mente humana siempre seguirá siendo la misma. La humanidad entera sigue siendo la misma; la revolución es individual. Puedes ser transformado como individuo. Entonces, trasciendes la multitud.

EL TIEMPO Y LA VIDA

Pero no te preocupes de estas cosas. Esta pregunta es de Chaitanya Sagar. Siempre está preocupado por cosas de este tipo. Nunca le contesto, pero siempre está preocupado; preocupado por los demás, preocupado por el mundo, preocupado por la organización, preocupado por el ashram, preocupado por mis discípulos, preocupado por mí ‑nunca preocupado por sí mismo. Todas estas preocupaciones no ayudan. El tiempo es corto, la vida es muy corta. Úsala.

Sólo la otra noche estaba leyendo una obra de Samuel Beckett: un pequeño libro, el más pequeño que puedas imaginar ‑una obra breve. El nombre de la obra es Aliento. La duración de toda la obra es solo de treinta segundos... treinta segundos. No hay ningún actor en ella, no hay diálogo. Sólo un escenario.

Sube el telón. Muchas cosas están por el suelo. Cachivaches ‑como si alguien hubiera salido con mucha prisa de la casa. Todo tipo de cosas se hallan revueltas, sin orden. Sólo un desorden‑ cachivaches. Y desde atrás, se oye un suspiro de un niño pequeño, recién nacido. Entonces, después de treinta segundos, el jadeo de un anciano al morir. Eso es todo; pero esto es todo lo que la vida es. Treinta segundos: un suspiro y un jadeo. El primer esfuerzo para inhalar y el último esfuerzo para aferrarse al aliento... y todo se acaba.

La vida es corta: ni siguiera dura treinta segundos. Úsala. Úsala como una oportunidad para crecer, úsala como una oportunidad para ser, y no te preocupes de otras cosas: el resto es porquería. Sólo esto es verdad: el suspiro y el jadeo, y todo lo demás es solo porquería. Olvídate de ello ‑¿qué tienes tú que ver con eso?

No deberías preocuparte de que el mundo haya o no cambiado. El mundo es el mismo, tiene que ser el mismo. Sólo tú puedes ser diferente; el mundo nunca será diferente. Cuando te vuelves alerta, consciente, trasciendes el mundo.

¿Qué es lo que realmente quiere decir Cristo cuando dice: Ven, Sígueme?

Exactamente lo que dice: Ven, sígueme.

Para seguir a Jesús, son necesarias una profunda confianza, entrega y amor; sin embargo, lo que predomina hoy en día en todo el mundo es un profundo escepticismo. ¿Qué hacer?

Esto es de Swami Yoga Chinmaya. Piensa en ti mismo. ¿Hay profundo escepticismo dentro de ti? Esa es la pregunta que hay que formular. En todo el mundo predomina un profundo escepticismo; ¿quién eres tú para preocuparte por todo el mundo? Esta es una manera de rehuir el problema real. El escepticismo está en lo profundo de ti, en tu interior: el gusanillo de la duda está ahí en tu corazón, pero lo proyectas; lo ves en la pantalla del mundo entero.

El mundo es escéptico ‑¿cuál es la salida?. Ahora estás trasladando el problema. Mira dentro de ti mismo. Si hay duda, entonces descúbrela. Así podrás hacer algo. El mundo no te escuchará, y no es necesario que lo haga, pues si están felices con su escepticismo, tienen derecho a estar felices con su escepticismo. ¿Quién eres tú?

Nunca trates de pensar como un misionero: éstos son la gente más peligrosa. Siempre quieren salvar al mundo; y si el mundo no quiere ser salvado, aún así lo intentan. Dicen: Aunque no te guste, nosotros te salvaremos.

Pero, ¿por qué molestarse? Si alguien es feliz ‑comiendo, bebiendo, disfrutando de la vida‑ y no está en forma alguna interesado en Dios, ¿para qué forzarle? ¿Quién eres tú? Deja que llegue a su propia comprensión. Algún día ocurrirá. Pero la gente está muy preocupada: ¿cómo salvar a los demás? ¡Sálvate a ti mismo! Si puedes, sálvate a ti mismo ‑porque ésa es también una tarea difícil, casi imposible.

Este es un truco de la mente: el problema está adentro y lo proyecta hacia afuera. Entonces, dejas de preocuparte por ello, no te preocupas de tu propia angustia. Así, te interesas por el mundo entero, y de esta manera puedes postergar tu propia transformación. Insisto una y otra vez en que deberías interesarte por ti mismo. No estoy aquí para entrenar misioneros. Los misioneros son la gente más dañina. Nunca seas un misionero; es un trabajo muy sucio. No trates de cambiar a nadie. Sólo cámbiate a ti mismo.

Y sucede. Cuando tú cambias, muchos vienen a compartir tu luz contigo. Comparte, pero no trates de salvar. Muchos se salvarán de esta manera. Si tratas de salvarlos, puede que les hundas antes de lo que se hubiesen hundido ellos por sí solos. No trates de imponer a Dios sobre nadie. Si dudan, está perfectamente bien. Si Dios les permite que duden, debe haber alguna razón en ello. Lo necesitan: ése es su entrenamiento; todo el mundo tiene que pasar por eso.

El mundo siempre ha sido escéptico. ¿Cuánta gente estuvo cerca de Buda? No todo el mundo. ¿Cuánta gente estuvo cerca de Jesús? No todo el mundo, solo una pequeña minoría: puedes contarles con los dedos. Estas cosas nunca le importaron a todo el mundo.

Y nadie tiene autoridad para forzar nada sobre nadie. ¡Ni siquiera sobre tu propio hijo! ¡Ni siquiera sobre tu propia esposa! Guarda para ti mismo lo que tú crees que es la meta de tu vida. Nunca la fuerces sobre nadie. Eso es violencia, violencia absoluta.

Si quieres meditar, medita. Pero esto es un problema; si el marido quiere meditar, trata de forzar a su esposa también. Si la esposa no quiere meditar, ella fuerza al marido a no hacerlo. ¿No pueden acaso dejar a la gente con sus propias almas? ¿No les pueden permitir que sigan su propio camino?

Esto es lo que yo llamo actitud religiosa: permitir la libertad. Un hombre religioso siempre dejará en libertad a los demás. Aunque quieras ser un ateo, un creyente te lo va a permitir. Ese es tu camino, perfectamente adecuado para ti. Atraviesas ese camino: todos los que han llegado a Dios han llegado a través del ateísmo. El desierto del ateísmo debe ser cruzado: forma parte del crecimiento.

El mundo siempre permanecerá escéptico, en la duda. Sólo unos pocos llegan a confiar. Date prisa, para que tú puedas llegar a confiar. ¿Por qué siempre nos dices que seamos felices, si antes de iluminarse uno debe alcanzar una cima de dolor y angustia? Si no les digo que sean felices, nunca alcanzarán la cima del dolor y la angustia. Sigo diciendo que sean felices, y cuanto más digo: Sean felices, más conscientes se vuelven de su infelicidad.

Cuanto más me escuchen, más angustia verán surgir. Esa es la única manera de hacerles infelices ‑forzarles constantemente: ¡sean felices! No pueden serlo; por lo tanto, sienten la infelicidad a su alrededor. Incluso lo que solían creer que era felicidad: hasta eso desaparece, y se sienten absolutamente desesperados. Hasta la felicidad momentánea desaparece, y el desierto llega a ser total. Todas las esperanzas y todos los oasis desaparecen.

Pero ahí es donde el salto ocurre. Cuando eres realmente infeliz, totalmente infeliz, sin siquiera un rayo de esperanza, de pronto tiras por la borda toda la infelicidad. ¿Por qué? ‑¿por qué sucede esto? Sucede porque la infelicidad no se aferra a ti; tú te aferras a la infelicidad. Una vez que sientes su angustia en forma total, la tiras; no hay nadie más que la lleve por ti.

Pero nunca la has sentido tan intensamente; siempre te has mantenido a medio camino. Te sientes un poco desgraciado, pero siempre hay una esperanza para el futuro: La felicidad vendrá mañana. Un pequeño desierto, pero el oasis está cerca. A través de esta esperanza, te mantienes.

La infelicidad permanece a través de tu esperanza. Todo mi esfuerzo consiste en matar la esperanza, en dejarte en una oscuridad tan total que ya no puedas permitir ningún otro sueño.

Una vez que esta intensidad alcanza los cien grados, te evaporas. Entonces ya no puedes aguantarla más; de pronto, como sea que la llames ‑infelicidad, el ego, ignorancia, inconsciencia, o lo que tengas: como quieras llamarlo‑ se derrumba. Te contaré una historia.

Sucedió: Un granjero tenía un carnero con pedigrí. Era un hermoso animal; pero a veces se volvía loco, y el pastor que le cuidaba estaba muy preocupado. Siempre quería deshacerse de él, pero el granjero le tenía mucho aprecio.

Un día llegó a ser demasiado para el pastor, y entonces dijo: Ahora elija: o el carnero o yo. Renuncio... o bien, este carnero se va. Es un animal loco y crea problemas todo el tiempo. Se pone tan furioso y tan peligroso que a veces uno siente que va a matar.

El granjero tenía ahora que tomar una decisión, así que preguntó a sus amigos qué podía hacer. En ningún caso quería que el carnero fuera vendido. Sugirieron a un psicólogo de animales: Pregunta....

Vino el psicólogo. El granjero estaba escéptico, pero quería hacer lo posible para salvar al carnero. El psicólogo se quedó cuatro días. Miró, observó, tomó notas, analizó; entonces dijo: No habrá problema. Anda al mercado, adquiere un gramófono y traes discos de Beethoven, Mozart, Wagner: música clásica. Cada vez que el carnero se vuelva loco, furioso, pon un disco clásico. Tócalo y eso le calmará; quedará completamente tranquilo.

El granjero no podía creer que todo pudiera arreglarse así; pero había que probar, así que lo hizo. ¡Resultó! El carnero se silenciaba y tranquilizaba de inmediato.

Durante un año no hubo problemas. Un día, el pastor llegó de pronto corriendo, y dijo: Algo ha ido mal, no sé qué. ¡El carnero se ha matado! Como de costumbre, viendo que se ponía furioso de nuevo, le puse un disco. Pero se puso aún peor. Entonces se volvió totalmente loco y simplemente embistió contra la pared. Se rompió el cuello ‑murió.

El granjero fue allí. El carnero yacía muerto cerca de la pared. Entonces miró al gramófono para ver qué disco era el que estaba puesto. Había habido una terrible equivocación: no era un disco de música clásica, sino uno de Frank Sinatra... cantando. Nunca habrá otro como tú. Eso produjo el problema.

Nunca habrá otro como tú ‑el ego es el que causa toda locura, infelicidad, sufrimiento. Esa va a ser la causa de tu muerte, eso va a ser lo que te romperá el cuello.

Puedes soportarlo si no le das toda su intensidad. Todo mi esfuerzo está en llevarte a una cima en donde no puedas aguantarlo. O lo tiras o te tiras a ti mismo. Y siempre que surge esa elección ‑que tienes que tirar tu sufrimiento o tirarte a ti mismo‑ tirarás el sufrimiento. Y con el sufrimiento: el ego, la ignorancia, la inconsciencia ‑todas ellas desaparecen. Son diferentes nombres del mismo fenómeno.


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