La iluminación espiritual

Desasimiento para lograr la iluminación espiritual

POR: MAESTRO ECKHART

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EL DESASIMIENTO

El auténtico desasimiento implica desapegarse del mismo deseo de desasimiento.

El hombre está obsesionado con la idea de que su felicidad proviene de los objetos materiales de modo que creemos que cuantos más se posean, más placer se obtendrá. Sin embargo, ese tipo de gozo es tan pasajero como mudables y evanescentes son todos los objetos. Apenas un objeto es disfrutado, el ego ya está codiciando una nueva experiencia en la que proyectar su insatisfacción. Así, la vida del hombre consiste en una carrera alocada por conseguir cosas con las que obtener una felicidad que nunca llega. Solo puede poner fin a esta agitación si se percata de que está persiguiendo un espejismo creado por su propio ego. El ego necesita del tiempo, es decir, del pasado (los recuerdos) y del futuro (proyectos, expectativas) para sobrevivir porque en el presente desaparece. Necesita objetos para seguir siendo el sujeto protagonista y mantener así la dualidad del conocedor y lo conocido, es decir, la pluralidad de objetos que le reporten experiencias sin fin.

Pero repárese en que vaciar de objetos el templo (alma) no es necesariamente una operación de renuncia material que implique una retirada del mundo o una vida eremita sino que supone especialmente una orientación adecuada ante el mundo, porque los objetos son neutros. El problema no son los objetos sino nuestra actitud ante ellos: La culpa de la perturbación, no la tienen los modos de proceder ni las cosas: quien te perturba eres tú mismo a través de las cosas, porque te comportas desordenadamente frente a ellas. Por eso, no se trata de renunciar a los bienes exteriores sino de renunciar al ego, desapegarnos de la idea de que hay un yo que hace y desea: Se ha dicho Quien me quiere seguir que se niegue primero a sí mismo (Mateo 16, 24); Por ende, comienza primero contigo mismo y ¡renuncia a ti mismo! De cierto, si no huyes primero de tu propio yo, adondequiera que huyas encontrarás estorbos y discordia, sea donde fuere. La gente que busca la paz en las cosas exteriores, sea en lugares o en modos o en personas o en obras, o en el extranjero o en la pobreza o en la humillación, por grandes que sean o lo que sean, todo esto no es nada sin embargo, y no da la paz. Quienes buscan así, lo hacen en forma completamente equivocada: cuanto más lejos vayan, tanto menos encontrarán lo que buscan. Caminan como alguien que pierde el camino: cuanto más lejos va, tanto más se extravía. Pero entonces ¿qué debe hacer? En primer término debe renunciar a sí mismo, con lo cual ha renunciado a todas las cosas.

Es inútil la vida retirada, la búsqueda espiritual en países lejanos y exóticos, frecuentar la compañía de determinadas personas o emprender obras sociales si el ego sigue intacto.

EL ABANDONO O DESAPEGO

¿Cuáles son las condiciones para que tenga lugar ese momento tan singular al que el maestro alemán define indistintamente como iluminación, unión con Dios, nacimiento eterno, plenitud del tiempo, beatitud, etc.? Eckhart confiesa que: He investigado con seriedad y perfecto empeño cuál es la virtud suprema y óptima por la cual el hombre es capaz de vincularse y acercarse lo más posible a Dios, y debido a la cual el hombre puede llegar a ser por gracia lo que es Dios por naturaleza, y mediante la cual el hombre se halla totalmente de acuerdo con la imagen que él era en Dios y en la que no había diferencia entre él y Dios, antes de que Dios creara las criaturas. Y cuando penetro así a fondo en todos los escritos, según mi entendimiento puede hacerlo y es capaz de conocer, y no encuentro sino que el puro desasimiento supera a todas las cosas, pues todas las virtudes implican alguna atención a las criaturas, en tanto que el desasimiento (Abegescheidenheit) se halla libre de todas las criaturas (Tratado del Desasimiento).

Con la expresión Abegescheidenheit, acuñada por el propio Eckhart y posteriormente utilizada por su Escuela, se pretende no solo reflejar la condición indigente del espíritu que se despoja de todo lo creado, sino que indica también el proceso de conocimiento místico por excelencia; el conocimiento sin objeto, el no-saber o, lo que poco más de un siglo después, Nicolás de Cusa llamaría docta ignorantia. Es una experiencia de extrañamiento por la que el yo es privado de alimento (objetos) para que muera de inanición y no estorbe el anonadamiento del alma. Mediante el desprendimiento o desasimiento (Abegescheidenheit), el hombre debe renunciar por completo a sí mismo, y no aspirar a nada, ni siquiera al reino celestial. Eckhart invoca a Pablo para afirmar que es preciso incluso no desear ni siquiera a Dios. Por consiguiente le ruego a Dios que me prive de Dios, porque en el alma que se ha vaciado absolutamente de todo, Dios penetra necesariamente.

En el lenguaje místico en general y en el eckartiano en particular, la nada a la que conduce el desasimiento tiene al menos tres acepciones que conviene aclarar; en primer lugar hay una nada ascética en cuanto que el alma ha de vaciarse o desasirse totalmente de sus potencias y de sí misma para llegar a Dios. En segundo lugar, hay una nada cosmológica en cuanto que la creación es nada si se la compara con Dios y porque viene de la nada. Y finalmente, hay una nada ontológica o metafísica que se refiere a la unidad del Ser; la Identidad consigo misma, que equivale a la plenitud más allá del tiempo, el espacio y de toda cualidad.

EL DESAPEGO A LA VOLUNTAD PROPIA

La verdadera liberación consiste en liberarse de la idea de que hay un yo.

Pero Eckhart da un paso más en su explicación del ideal del desasimiento llegando a afirmar que el auténtico desasimiento implica desapegarse del mismo deseo de desasimiento. La verdadera liberación consiste en liberarse de la idea de que hay un yo que busca la liberación; supone renunciar a la idea de que hay un yo que renuncia. No se trata solo de renunciar a la voluntad propia sino incluso de renunciar a la idea de que hay un yo que desea cumplir la voluntad de Dios. Para Eckhart es claro que Mientras el hombre todavía posee la voluntad de querer cumplir la queridísima voluntad de Dios, semejante hombre no tiene la pobreza adecuada, pues todavía tiene una voluntad con la que quiere satisfacer la voluntad de Dios, y esto no es pobreza genuina. Pues, si el hombre de veras ha de poseer la pobreza, debe estar tan libre de su voluntad creada como lo era antes de ser. Porque os digo por la eterna verdad: Mientras tenéis la voluntad de cumplir la voluntad de Dios y deseáis llegar a la eternidad y a Dios, no sois pobres; pues un hombre pobre es solo aquel que no quiere nada ni apetece nada (Sermón Beati pauperes spiritu).

LA ILUMINACIÓN

El nacimiento eterno, es decir, la iluminación o realización espiritual.

En definitiva; para estar vacío de sí mismo y dejar paso a Dios El hombre debe retirarse y vaciarse (ledic machen) de todo pensamiento, palabra y obra, y de todas las imágenes del intelecto. En la medida en que recogemos nuestras potencias y nos vaciamos de nosotros mismos, cedemos el control a Dios y le damos espacio para que entre en nuestro Templo interior y derrame su Gracia: ¡En verdad! cuando el hombre se aquieta completamente y reduce al silencio a la razón activa que lleva dentro de sí, Dios ha de encargarse de la obra, él mismo debe ser el que actúa. En efecto, al vaciarme de pensamientos, lo que aparece yo no lo pongo. Entonces ¿de dónde viene?; Aquél que, sin multiplicar los pensamientos, sin multiplicar los objetos y las imágenes, reconoce interiormente lo que ninguna visión exterior ha puesto en él, sabe bien que esto es cierto. Ahora digo yo: ¿Cómo puede ser que el desasimiento del conocimiento conoce en sí mismo todas las cosas sin forma e imagen, sin que se dirija hacia fuera y se transforme él mismo? Digo que proviene de su simplicidad, porque el hombre, cuanto más puramente simplificado se halla en sí mismo, con tanta más simplicidad conoce toda la multiplicidad en él mismo y se mantiene inmutable en sí mismo (Sermón: Homo quidam nobilis).

Llegamos aquí a uno de los puntos culminantes del pensamiento del maestro alemán; el nacimiento eterno, es decir, la iluminación o realización espiritual. Dicho nacimiento a la eternidad es una Gracia que solo Dios concede; Es una merced especial y un gran don el que uno vuele hacia arriba con el ala del conocimiento y eleve el entendimiento al encuentro de Dios (Sermón: Jesús ordenó a sus discípulos). La conquista de la inmortalidad solo puede tener lugar en lo más íntimo del templo. Ese lugar en el fondo del alma es, paradójicamente un no-lugar más allá del tiempo, en la eternidad previa o más allá de la creación: Aquí el fondo de Dios es mi fondo, y mi fondo es el fondo de Dios, mi casa y la casa de Dios es el mismo ser del alma, en la que solo habita Dios. Para que este nacimiento eterno o despertar acontezca, es preciso que el templo se halle exento y vacío. Solo tras ese vaciamiento o desprendimiento de sí mismo, se digna Dios a entrar en él y comunicarnos la Palabra.


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