La iluminación espiritual

Culturas en peligro la etnosfera

AKASHICOS

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DISTINTAS REALIDADES

Mi mayor temor es que si nos dejamos llevar hacia esta cultura única, mundial, genérica y amorfa, no solo se reducirá el rango de la imaginación humana, a un modo de pensar estrecho, sino que un día nos despertaremos como de un sueño habiendo olvidado incluso que existieron otras posibilidades Margaret Mead

La idea central de la antropología es que el mundo que cada uno de nosotros conocemos no es un absoluto, sino que es solamente un modelo de la realidad; una opción particular de la forma de vida que fue escogida por nuestros ancestros, la consecuencia de un conjunto de opciones adaptativas.

Las culturas antigüas del mundo han acumulado sabiduría y apreciación, única y profunda, sobre detalles del planeta, y estas culturas están, poco a poco, desapareciendo o siendo absorbidas por el avance de la modernización. Corremos el serio peligro de perder conocimiento sobre medios ambientes, plantas, etc., información y valores que son irremplazables.

Las gentes de estas culturas nos enseñan que hay otras formas de ser, de pensar, de relacionarnos con el planeta. Esto debería darnos un sentido de esperanza. En el planeta hay miles de grupos humanos con su propia visión espiritual y cultural. Esta variedad es tan importante para el planeta como la biosfera, y a este tejido cultural le llamamos la etnosfera. Podemos pensar sobre la etnosfera como si fuese la suma total de todos los sueños, ideas, inspiraciones, intuiciones… el gran legado de la humanidad; todo lo que somos y lo que podemos ser.

La etnosfera también se está erosionando, tal como la biosfera. Un gran indicador de esto es la pérdida de lenguajes. Cuando nacimos, se hablaban cerca de 6 mil idiomas en el mundo. El idioma no es solo una colección de reglas gramaticales y vocabulario. El idioma es un destello del espíritu humano, un vehículo para el alma de cada cultura. La mitad de estos idiomas del mundo hoy ya no se hablan ni se susurran en los oídos de los niños, es decir, prácticamente ya son idiomas muertos.

A algunos se nos suele olvidar que cuando se dice distintas realidades REALMENTE SON distintas realidades: La tribu Barasana, por ejemplo, al Noroeste del Amazonas, la gente de la anaconda, creen que salieron del vientre de serpientes sagradas. Ellos no distinguen cognitivamente el color azul del verde, pues el pabellón de los cielos es equivalente al pabellón de los árboles del bosque, del cual dependen. Tienen una curiosa costumbre lingüística matrimonial denominada exogamia lingüística deben casarse con gentes de otras lenguas (y todo esto se debe al pasado mitológico) Lo curioso es que en cada choza comunitaria, donde se hablan hasta seis o siete idiomas (por la endogamia) nunca se escucha a nadie practicando otro idioma; simplemente lo escuchan hasta que un día lo empiezan a hablar.

Los Waorani, del Noreste ecuatoriano, aislados, mataron cinco misioneros con lanzas porque al recibir sus fotos que les lanzaron desde un avión, pensaron que eran tarjetas del diablo, porque no entendieron el carácter bi-dimensional de una fotografía. Tienen cazadores que pueden distinguir la orina de los animales a cuarenta pasos, y saber de qué especie se trata.

Los Kogui, de la Sierra Nevada de Santa Marta, de Colombia, ancestros de la civilización Tairona, escaparon de los invasores (primero, de los europeos, y más recientemente, de los cultivadores de drogas y guerrillas) adentrándose en lo alto de las montañas. Nunca han sido conquistados, y todavía son regidos por un sacerdocio que secuestra a los niños a la edad de 3 ó 4, y los llevan a chozas de piedra en la parte baja de los glaciales, y allí los dejan sumidos en las tinieblas por 18 años. Allí se inician en este rito simbólico que representa volver al vientre de la tierra madre. Allí se les enseña los valores de la sociedad, valores que transmiten con sus oraciones y que mantienen el orden cósmico. Al salir 18 años después, antes del amanecer, ven salir el sol. En ese momento cristalino, mientras el sol comienza a bañar los desniveles del bellísimo paisaje, de repente todo lo que habían aprendido de manera abstracta se les aparece con todo su esplendor. El sacerdote que los ha formado da un paso atrás y les dice ¿lo veis? es tan bello como os había dicho Es hermoso, y a vosotros os toca protegerlo Se autodenominan los hermanos mayores, y dicen que nosotros, los hermanos menores del mundo, somos los responsables de la destrucción del planeta.

Estas gentes, por medio del tiempo y ritual, han forjado una conciencia sobre el planeta, no nostálgica, sino con intuición profunda. Una mística tradicional de la Tierra a través del tiempo y rituales que no se basa en la idea de ser conscientes de ello de forma cercana sino la idea de que la tierra solo puede ser asumida en el mismo interior del ser por la conciencia humana. Esto significa que un niño de los Andes que fue criado para creer que la montaña es un espíritu Apu será una ser humano diferente que un niño que cree que una montaña es solo una pila de rocas lista para ser explotada. Lo importante no es si la montaña es en realidad un hogar de dioses o una pila de minerales, lo importante es la relación que tengan los seres humanos con ellas.

De esta manera también podemos entender cómo logran sus experimentos. Los biólogos a veces utilizan el método prueba y error. Pero si le preguntamos a un indígena, nos contestará: Las plantas nos lo dijeron Los Kofan, por ejemplo, reconocen hasta 17 especies de una planta por la melodía que lanzan al viento en la luna llena.

El problema es que vemos a los indígenas como pintorescos y coloridos y, en cierta manera, al margen de la historia, del mundo real, nuestro mundo. No recordaremos el siglo XX por las guerras ni por la innovación tecnológica, sino por la destrucción masiva de ambas diversidades tanto biológicas como culturales. El problema no es el cambio, con el paso del tiempo las culturas cambian constantemente, y el problema no es la tecnología, los indios Sioux no dejaron de serlo cuando cambiaron sus arcos y flechas igual que nosotros cuando cambiamos las carretas. Lo que amenaza la integridad de las etnosfera es EL PODER. La cruda cara de la dominación. Estas culturas no están destinadas a desaparecer. Son pueblos dinámicos que transitan la existencia por fuerzas identificables que están más allá de su capacidad de adaptación. El genocidio está universalmente condenado, pero el etnocidio, la destrucción del estilo de vida de un pueblo, no solo no es condenado universalmente sino que en muchos lugares es celebrado como parte del desarrollo. El mundo moderno como lo conocemos tiene tan solo 300 años de antigüedad. Esta historia superficial no me sugiere que tenemos todas las respuestas para todos los desafíos a los que nos enfrentaremos en los próximos milenios.

Un inuit, para combatir una peligrosa tormenta en el ártico, se bajó los pantalones, defecó en su mano y las heces comenzaron a congelarse. Les dio forma de cuchillo y, colocando un poco de saliva al borde del cuchillo mató a un perro, lo desolló e improvisó un arnés, utilizó las costillas para hacer un trineo tirado por otro perro y huyó para ir a resguardarse lo más rápido posible.

La revelación central de la antropología es que este mundo merece existir en diversidad. Encontrar una forma de vida en un mundo verdaderamente multicultural y pluralista donde toda la sabiduría de los pueblos pueda contribuir al bienestar de toda la humanidad.


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