La iluminación espiritual

El intelectual y el sabio

Cuento Zen (186)

En cierta ocasión salió un intelectual a pasear con un sabio. De pronto vieron ante ellos a un hombre que estaba inclinado sobre el suelo tratando de recoger algo.

¿Qué busca ese hombre?, le preguntó el intelectual al sabio.

Un trozo de verdad exterior, respondió el sabio.

¿Y eso no te inquieta?, volvió a preguntar el intelectual.

Ni lo más mínimo, respondió el sabio. Dejémosle que haga su objetividad una verdad mental.

MORALEJA

La verdad mental es como un poste indicador que señala el camino hacia la verdad interior. Pero las personas que se obstinan en adherirse al indicador se ven impedidas de avanzar hacia la verdad interior, porque tienen la falsa sensación de que ya la poseen.

Solo trata de entender qué es lo que estás viviendo, qué es tu vida. Mírala en profundidad, obsérvala en profundidad. No hay prisa en cambiar nada. Nunca tengas prisa en cambiar, deja solo que tu percepción profundice. Viendo que algo es una verdad exterior, te liberas. Y saber que la verdad exterior es la verdad exterior es saber que la verdad es verdad. Viendo la verdad exterior como la verdad exterior, tus ojos empiezan a ir hacia la verdad.

Por eso, si insisten en llamar verdad a los hechos, tenemos que decirlo de esta forma: las verdades objetivas son relativas y la verdad subjetiva es siempre definitiva. Pero para no mezclar las cosas, los místicos le han llamado verdad última.

Toda verdad es definitiva. Pero hay verdades científicas que solo son hechos. Por ejemplo: si estás sentado sobre una estufa caliente, la experiencia de que el tiempo pasa muy lentamente es un hecho de tu psicología; no tiene nada que ver con el tiempo. Pero nadie le dijo esto a Albert Einstein. Cuando estás sentado con tu novia y el tiempo pasa deprisa, eso tampoco tiene nada que ver con el tiempo; tiene que ver con tu mente.

El tiempo sigue siendo el mismo; es tu mente, tu concepto de tiempo lo que es relativo. Lo último o definitivo y la verdad significan lo mismo. Puedes usar cualquier de estos dos términos, pero usar ambos es una repetición innecesaria. La vida no es matemática; no es lógica, no es ciencia. Es algo más, y ese algo más es lo más valioso.