La iluminación espiritual

Dominar el ego

Cuento Zen (92)

El ego es posible solo con conflicto, con lucha. Si no tienes nada para luchar, crearás alguna u otra manera para luchar.

El otro día estuve leyendo acerca de un hombre que nunca tuvo una pelea con su esposa, y los vecinos se preguntaban qué tipo de hombre era. Siempre volvía de la fábrica riendo y feliz, nunca cansado, nunca tenso. Incluso su esposa se preguntaba a veces: Nunca pelea, nunca se enfada... ¿Qué pasa?

Entonces, el vecindario entero se reunió y le preguntó, y el hombre respondió: No es gran cosa. Es debido a lo que hago en la fábrica.

Trabaja en una fábrica de cristal en la que, cuando algo no sale suficientemente bien, se lo pasan a él para que lo destruya; ese es su trabajo. Platos, tazas, vasos, se pasa el día rompiéndolos.

Dijo: Me siento muy feliz, no necesito luchar con nadie. ¡Ya es demasiado! Me siento en la gloria.

Lo sabes muy bien: cuando la esposa no se siente bien, se romperán más platos, se caerán más tazas. Tiene que ser así. El ego encuentra alguna u otra manera, cualquier cosa imaginaria, incluso imaginaria servirá, pero hay que destruir algo. Y surge la lucha.

MORALEJA

El ego pone en marcha tu mente, es lo más ilusorio, y parece lo más sólido y real. La gente vive y muere por él. Pero necesita un pedaleo constante, y ese pedaleo es tu lucha. Por eso no puedes vivir sin lucha. Encontrarás alguna manera u otra. Empezarás a luchar con tus hijos si no encuentras a nadie más. Empezarás a luchar con tu esposa o con tu marido, a veces sin ninguna razón en absoluto. De hecho, no es necesaria ninguna razón; todas las razones son racionalizaciones. Pero tienes que luchar; si no, empiezas a desaparecer, empiezas a disolverte. Empiezas a caer como si fuera en un abismo, un abismo sin fondo.

Por la mañana, cuando te acabas de despertar, durante unos pocos segundos hay un estado de no ego. Por eso te sientes tan puro y limpio y virgen. Pero inmediatamente el mundo comienza. Incluso durante la noche, cuando estás dormido, sigues luchando, sigues creando pesadillas, para no perder completamente el hilo del ego.

Cuando el ego desaparece tú estás ausente y entonces eres el todo. Cuando el ego está ahí tú estás presente, y eres tan solo una partícula, una partícula pequeñita y repugnante. La parte será siempre fea. Por eso tratamos de volverla hermosa de múltiples maneras. Pero un hombre con ego no puede ser bello. La belleza se da solo en aquellos que carecen de ego. Entonces la belleza tiene algo de lo desconocido en ella, algo no mensurable.

Por eso crea más espacios para que esos momentos sin ego ocurran. Esta es la verdadera forma de encontrar a Dios. No estar en el ego, es estar en Dios.