La iluminación espiritual

Buda vivo Buda muerto

ANTHONY DE MELLO

Imagen; Buda vivo Buda muerto; Anthony De Mello

Buda muerto

Una fría noche de invierno, un asceta errante pidió asilo en un templo. El pobre hombre estaba tiritando bajo la nieve y el sacerdote del templo, aunque era reacio a dejarle entrar, acabó accediendo: Está bien, puedes quedarte, pero solo por esta noche. Esto es un templo, no un asilo. Por la mañana tendrás que marcharte.

A altas horas de la noche, el sacerdote oyó un extraño crepitar. Acudió raudo al templo y vio una escena increíble: el forastero había encendido un fuego y estaba calentándose. Observó que faltaba un Buda de madera y preguntó: ¿Dónde está la estatua?.

El otro señaló al fuego con un gesto y dijo: Pensé que iba a morirme de frío...

El sacerdote gritó: ¿Estás loco? ¿Sabes lo que has hecho? Era una estatua de Buda. ¡Has quemado al Buda!.

El fuego iba extinguiéndose poco a poco. El asceta lo contempló fijamente y comenzó a removerlo con su bastón.

¿Qué estás haciendo ahora?, vociferó el sacerdote.

Estoy buscando los huesos del Buda que, según tú, he quemado.

Más tarde, el sacerdote le refirió el hecho a un maestro Zen, el cual le dijo: Seguramente eres un mal sacerdote, porque has dado más valor a un Buda muerto que a un hombre vivo.

ENCIENDE TU FUEGO

El hombre que enseño a los de la tribu a producir fuego.

Hubo un hombre que inventó el arte de producir fuego. Tomó sus herramientas y fue a una tribu que residía en un lugar del norte en que hacía mucho frío, un frío cortante. Les enseño a los de la tribu a producir fuego. Ellos se interesaron muchísimo. Les enseño que el fuego era útil para varias cosas: para cocinar, para calentarse, etc. Ellos estaban muy agradecidos con él por haberles enseñado el arte de producir fuego.

Pero antes de que pudieran expresar su gratitud, el hombre desapareció. A él no le interesaba el reconocimiento o la gratitud de la tribu; le interesaba el bienestar de ésta. Fue a otra tribu, en la cual también se dedicó a enseñarles el valor de su invento. Allí también la gente estaba interesada, un poquito demasiado interesada para la paz mental de sus sacerdotes, quienes empezaron a notar que este hombre congregaba multitudes mientras ellos perdían popularidad. De manera que decidieron eliminarlo. Lo envenenaron, lo crucificaron, díganlo como quieran. Pero temían que ahora la gente se volviera contra ellos, de manera que fueron prudentes, incluso astutos, ¿Saben que hicieron? Mandaron hacer un retrato del hombre y lo pusieron sobre el altar principal del templo. Enfrente del retrato pusieron los instrumentos del fuego, lo cual hicieron debidamente durante siglos. Siguieron la veneración y la adoración, pero no había fuego.

BUDA Y CRISTO

Buda no necesitó budistas sino budas, Cristo no necesitaba cristianos sino cristos.

Enciende tu fuego nos recuerda lo que ha sucedido con todos los maestros que han venido a despertarnos a lo largo de la historia. Buda no necesitó budistas sino budas, Cristo no necesitaba cristianos sino cristos. Pero la religión organizada nos enseña a adorar a estos maestros en vez de enseñarnos a hacer lo que ellos hicieron. En la nueva era vemos también el culto a los maestros donde se les adora, se les invoca e incluso se les tiene en preciosos altares. Muchos líderes de la nueva era –al igual que los sacerdotes de la historia- quieren que adores el retrato del maestro y te vuelvas dependiente de él invocándolo para cada problema; pero lo que ellos no quieren es que enciendas el fuego que los maestros encendieron.

Un proverbio zen dice: No sigas a los hombres sabios del pasado, busca lo que ellos buscaron. Al hacer esto estarás siendo fiel a los maestros porque ellos vinieron al mundo a liberarnos, no a volvernos dependientes de ellos mismos.


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