La iluminación espiritual

La atención y el control en el Dhammapada

EL DHAMMAPADA (RECTITUD)

Dhammapada se compone por -DHAMMA- y -PADA-

Pada, equivale a sendero, mientras que Dhamma, posee un significado del cual difícilmente pueda hallarse un equivalente en castellano u otra lengua occidental. A modo de aproximación se puede decir que Dhamma es: rectitud, verdad, virtud, sabiduría, religión.

De allí que Dhammapada se lo traduzca a veces por -El Sendero de la Virtud- o -El Camino de la Verdad- que son en realidad enseñanzas que brindan paz y serenidad a las almas de aquellos que beban del néctar que brota de cada uno de los versos que componen esta gema de la espiritualidad que es el Dhammapada.

El odio no cesa con el odio, el odio cesa con el amor. Dhammapada

En el Dhammapada podemos decir que el mensaje espiritual de Budha girando en torno a la compasión, la benevolencia, el amor hacia todas las criaturas y la comprensión. Todo lo cual marcha unido a un fervoroso anhelo de alcanzar el estado de despertar espiritual o Iluminación, llamado Nirvana.

El Nirvana en esencia es lo que en otras Religiones recibe el nombre de Unión con Dios o Liberación. Ese Supremo Estado –que ha sido el objeto de la vida de innumerables sabios y santos de las más diversas Tradiciones y Filosofías a lo largo y ancho del mundo– es el mismo al que nos conducen las enseñanzas de Budha.

Si bien la doctrina de Budha en el Dhammapada es extensa, ahora solo mencionaremos algunas de sus enseñanzas fundamentales como la atención y el control.

LA ATENCIÓN Y EL CONTROL

LA ATENCIÓN

La atención es el camino hacia la inmortalidad; la inatención es el sendero hacia la muerte. Los que están atentos no mueren; los inatentos son como si ya hubieran muerto. Distinguiendo esto claramente, los sabios se establecen en la atención y se deleitan con la atención, disfrutando del terreno de los Nobles.

Aquel que medita constantemente y persevera, se libera de las ataduras y obtiene el supremo Nirvana. Gloria para aquel que se esfuerza, permanece vigilante, es puro en conducta, es considerado, es controlado, recto en su forma de vida y capaz de permanecer en creciente atención.

A través del esfuerzo, la diligencia, la disciplina y el control, que el hombre sabio haga de sí mismo una isla que ninguna inundación pueda anegar. El ignorante es indulgente con la inatención; el hombre sabio custodia la atención como el mayor tesoro.

No os recreéis en la negligencia. No intiméis con los placeres sensoriales. El hombre que medita con diligencia, verdaderamente alcanza mucha felicidad. Pero cuando un sabio supera la inatención cultivando la atención, libre de tribulaciones, asciende al palacio de la sabiduría y observa a la gente sufriente como el sabio montañero contempla a los ignorantes que están abajo.

Atento entre los inatentos, plenamente despierto entre los dormidos, el sabio avanza como un corcel de carreras se adelanta sobre un jamelgo decrépito y por permanecer alerta, el sabio se impone a su ego. Así, la atención es elogiada y la negligencia subestimada.

El sabio que se deleita en la atención y observa con temor la inatención, avanza como el fuego, superando todo escollo grande o pequeño, que se deleita en la atención y observa con temor la inatención, no es tendente a la caída. Está en presencia del Nirvana.

EL CONTROL

Si uno se aprecia a sí mismo, deberá protegerse bien. El hombre sabio permanece atento en cada una de las tres vigilias: conocimiento y comprensión, conciencia y karma, iluminación y liberación.

Establézcase primero uno mismo en lo que es apropiado antes de aconsejar a los demás. Actuando de esta manera, el hombre sabio no caerá en desgracia. Según aconseja a los demás, debe él mismo actuar. Bien controlado él mismo, puede guiar a los otros.

Verdaderamente es difícil controlarse a uno mismo. Uno mismo es su propio refugio. ¡Qué otro refugio podría haber! Habiéndose controlado a uno mismo, se obtiene un refugio difícil de conseguir para tener la consciencia que por uno mismo es hecho el mal; en uno mismo nace y uno mismo lo causa.

Sin control y atención el mal muele al necio como el diamante muele la dura gema y será sobrepasado por la corrupción, como la enredadera que estrangula al árbol y lo convierte en aquello que para él desearía su propio enemigo.

De fácil ejecución son las cosas nocivas y dañinas. Lo bueno y beneficioso es verdaderamente difícil de hacer. Dhammapada

El hombre estúpido que, por su falsa visión, desprecia las enseñanzas de los Iluminados, los Nobles y los Rectos, cultiva frutos que, como le sucede al necio, producen su propia destrucción .

Por uno mismo se hace el mal y uno mismo se contamina. Por uno mismo se deja de hacer el mal y uno mismo se purifica. La pureza y la impureza dependen de la atención y el control de uno mismo, porque nadie puede purificar a otro.

Por buscar el logro espiritual de los otros, no obstante, no debe uno ser negligente en la búsqueda del propio logro. Por eso el control percibe claramente la propia meta y permite que el otro intente su propio resultado.