La iluminación espiritual

Ahimsa o la no violencia

JBN LIE

Imagen; Ahimsa o la no violencia; Jbn Lie

SOBRE EL AHIMSA

La siguiente charla sobre la no-violencia está en el libro Paz Interna y Externa A Través de la Meditación de Sant Rajinder Singh Ji Maharaj. Aquí, Maharaj Ji ofrece un examen completo de la no-violencia y muestra cómo mediante el proceso de Auto análisis o introspección, podemos asimilar, más ampliamente, esta virtud divina.

La no-violencia tiene muchos aspectos. Ella implica no herir en pensamiento, palabra y acto. Hay muchos matices de la no-violencia que ni siquiera imaginamos. Sabemos que no debemos matar ni golpear a nadie. Quizá podamos desarrollar el control sobre nosotros mismos para no herir físicamente a nadie, pero somos bien descuidados cuando se trata de la no-violencia en palabra y pensamiento. Analicemos estos dos hábitos y descubramos la manera de superar nuestras fallas.

La violencia en palabra puede ser ensordecedora. Sabemos que no debemos llamar a nadie con nombres que hieran sus sentimientos. Pero, ¿Cuántas veces al día no decimos cosas que lastiman los sentimientos de alguien por levantar nuestro propio ego? Si nos escucháramos a lo largo del día, veríamos que cuando los demás cometen un error, asumimos que son tontos o estúpidos. Cuando alguien nos responde incorrectamente, lo hacemos sentir avergonzado e inferior. Cuando la gente comete errores, de hecho ya se sienten bien mal, como para que nosotros le agreguemos más sal a la herida al señalar sus equivocaciones. La mayoría de nuestras palabras violentas resultan de tratar de resaltar nuestro propio orgullo y nuestra superioridad. Pero en este proceso herimos los sentimientos de muchas personas.

Muy a menudo usamos el sarcasmo pretendiendo ser graciosos. Tratamos de lucir inteligentes e ingeniosos, pero lo hacemos a costa de los sentimientos de los demás. El humor es positivo y siempre es bienvenido. Pero no debe hacerse a expensas del corazón de nadie. El humor algunas veces se mofa de las situaciones. Pero no debemos burlarnos de la gente ni romper sus corazones en el proceso.

Otra forma de violencia en palabra es el prejuicio y el fanatismo. La gente hace comentarios negativos acerca de la gente de otras religiones, de otros países, de diferente color de piel o de diferente sexo. Ha sido un gran avance para la humanidad que en las últimas décadas, se hayan pasado y aprobado leyes que promueven la igualdad de derechos. En los últimos años, incluso los libros de texto han tenido que ser reescritos, para evitar comentarios que pudieran ser despectivos con la gente de otras religiones o nacionalidades. Es importante que no hagamos ningún comentario que pueda herir a un grupo de gente que sea diferente del nuestro.

Una de las formas más comunes de la violencia en palabra, es la pelea verbal entre la familia, los amigos, los esposos, los padres y los hijos. Nuestro entrenamiento psicológico dice que es normal disentir. Es muy aceptable tener diferencias de opinión, pero esto nunca debería llegar al nivel de una pelea. Hay una diferencia básica entre un desacuerdo, una discusión y una pelea. En un desacuerdo, dos personas abrigan diferentes opiniones. Ellas expresan sus opiniones pero aceptan que cada una tiene derecho a tener sus puntos de vista. En una discusión, cada uno está tratando de convencer al otro de que él o ella tienen la razón. Pero en una pelea, entra la violencia y ambas partes utilizan palabras acaloradas para hacer comprender su posición. La gente termina diciendo cosas para herir los sentimientos de los demás. En el calor del momento decimos muchas cosas que no son ciertas y que son descorteses. Más tarde nos arrepentimos de lo que hemos dicho, pero para entonces ya el daño está hecho. Se dice que la lengua hiere más que el filo de una espada. La herida de una espada puede sanar, pero la herida de las palabras de alguien que rompe nuestro corazón, no es fácil de olvidar. Debemos medir nuestras palabras cuidadosamente. Si podemos discrepar entre nosotros calmada y pacíficamente, eso es aceptable. No debemos nunca dejar que nuestras diferencias lleguen al nivel de una pelea. Debemos mantener el control de nuestra lengua y tratar de guardar la ecuanimidad y la disciplina en nuestras discusiones con los demás. Si podemos hacerlo así, encontraremos que nuestros asuntos se resolverán amorosamente y no lastimaremos ni seremos lastimados en el proceso.

Es únicamente cuando nos dedicamos a hacer una profunda introspección, que nos damos cuenta del número de veces que pensamos mal de los demás durante el día. Muchos de nosotros tenemos el hábito de desearles el mal a los demás. Puede ser que no estemos realmente actuando, pero sí deseándole mala suerte a esa persona. Alguna gente desea que algo malo les ocurra a los demás o que tengan un accidente. Algunos otros, desean que los demás pierdan sus riquezas o posesiones. Algunas veces esperamos que alguien no logre la meta que está tratando de alcanzar, creyendo que así nosotros tendremos una mejor oportunidad de alcanzarla. Si estamos celosos de los demás, deseamos que ellos tengan mala suerte y que por el contrario nosotros, tengamos buena suerte. Una vez nos volvemos conscientes de este hábito, podemos ponerle freno a tales pensamientos cuando surjan. El remedio, para esta falta, es pensar que todos pertenecemos a una gran familia. Rara vez les deseamos mala suerte a los miembros más cercanos de nuestra familia, tales como nuestros esposos, padres e hijos. Si podemos expandir el amor que tenemos por nuestra familia hacia toda la creación, esto nos ayudará a superar la tendencia negativa de desearle el mal a los demás.

La forma más común de violencia en pensamiento es criticar a los demás. Lo hacemos con nuestras palabras y, con igual vehemencia, en nuestros pensamientos. Si observamos el patrón de nuestros pensamientos durante el día, encontraremos que criticamos a todo el que se nos atraviesa por delante. Pensamos acerca de lo mal que esta persona ha ejecutado ese trabajo, o cuán tontamente actuó aquella, o cuán incompetente es esa otra. Mantenemos una permanente crítica mental en contra de mucha gente durante el día. Nuestra mente nos tiene tan atrapados en este mal hábito, que incluso criticamos a nuestros seres queridos. Pensamos mal de ellos. Cuando sucede algo que no nos gusta, también, pensamos lo peor de aquellos que tanto amamos.

El panorama pasajero de la vida está lleno de muchas personas y problemas. Si dejamos que nuestra mente se deje atrapar al convertirse en un comentarista constante de todas las palabras y acciones de las otras personas, no seremos más que una grabadora que reproduce cada evento ocurrido. Cada una de nuestras respiraciones es preciosa. Si malgastamos esta vida, quién puede saber ¿Qué será de nosotros en la próxima? Debemos preocuparnos por nuestra propia salvación. Debemos preocuparnos por nuestro propio progreso espiritual. Dejen que los demás hagan lo que quieran. Dejen que los demás digan lo que deseen. Debemos permanecer concentrados y enfocados en nuestro propio viaje espiritual de regreso a Dios. No hemos sido contratados por Él para criticar a nadie. Dejemos que Dios sea el juez de cada persona. Debemos ser los jueces de nosotros mismos.

Si con la misma severidad que analizamos y criticamos a los demás lo hacemos con nosotros mismos, descubriremos cuántas fallas tenemos. Y si trabajáramos en corregirlas, haríamos mucho más progreso en el viaje hacia nuestro Hogar.

Reemplacemos todos los pensamientos, palabras y obras negativos, por pensamientos no-violentos. Miremos los errores y las faltas de los demás con compasión. Cuando los niños o los bebés cometen errores, no los criticamos. Los miramos con compasión y comprendemos que tienen que cometer muchos errores para poder aprender. Similarmente, los otros están en diferentes etapas de su jornada espiritual. Si ellos cometen errores, debemos tratarlos amorosa y compasivamente.

Si podemos cultivar la no-violencia en nuestra vida diaria, encontraremos que Dios estará complacido y verterá sobre nosotros más y más de Su gracia. Nos convertiremos en una morada de paz y tranquilidad para aquellos que nos rodean. Le estaremos ayudando a Dios al volvernos un colaborador consciente de Su plan divino. Le estaremos ayudando a Él a aliviar el sufrimiento de Sus hijos. Y finalmente, se acelerará nuestro progreso y se nos sumarán todas las demás virtudes.

Si cada uno de nosotros pudiera alcanzar esta meta añorada, este planeta entraría en una Edad Dorada en la que no habría guerras ni conflictos. No habría más derramamiento de sangre ni sufrimiento. Tendríamos un mundo en el que solo habría soluciones pacíficas para los problemas y conflictos. Sant Darshan Singh oró por un mundo así, y tengo la esperanza de que durante mi vida y la de ustedes, veamos que esto se convierta en realidad. Dejemos que este verso de Sant Darshan Singh encuentre su realización:

De amanecer en amanecer, hablemos de paz
y escuchemos Su mensaje de amor,
Las nubes cargadas de lluvia de Sawan
han envuelto la taberna del tiempo.
¡OH Tabernero, deja que la copa del amor circule y circule y circule!


RELACIONADOS

«Ahimsa o la no violencia»